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Gallardón, el frío – Por Juan Manuel Bethencourt

Un buen amigo, militante fiel del PP, me aborda en una galería comercial (sección de Cocinas) para espetarme lo siguiente: “Hay dos ministros que están pidiendo el cese a gritos; uno es Wert, por su metedura de pata con los catalanes, ahora que los teníamos acorralados; el otro es Gallardón”. En fin, me dieron ganas de añadir a Soria y sus múltiples desafueros (eso, por no hablar de su actitud respecto a Canarias, lo que es peor aún), pero mi amigo es un afiliado con sentido de la disciplina y obvia toda referencia sobre el particular. En lo de Wert, tertuliano provocador que no termina de entender que en política los roles cambian un poco, le doy la razón, sobre todo tras las declaraciones taurinas del ministro de Educación, quien se define a sí mismo como “el toro que se crece con el castigo”. Y olé. Me llama más la atención el nuevo rol estridente por el que ha apostado Alberto Ruiz-Gallardón. Y digo apostado porque el ministro de Justicia no es hombre que haga las cosas por casualidad. Simplemente es un político puro, de instinto depurado, que sabe entender el signo de cada tiempo. Podrán indignarse aquellos que tomaron al entonces presidente de la Comunidad de Madrid (y luego alcalde de la capital) como un forúnculo progresista en la cúpula del PP, pero estarán tan equivocados como los que, en las mismas filas populares, denostaban los calculados gestos de Gallardón hacia cierto izquierdismo mediático elitista. Con unos y con otros ha ido tejiendo el ahora ministro un manto en el que se ha podido sentir muy, muy abrigado, así hasta obtener su último objetivo: acceder al Gobierno de Mariano Rajoy al frente de una cartera de peso, dejar la alcaldía madrileña en manos de la ambiciosa Ana Botella, para salir con ello de un atolladero cifrado en miles de millones de déficit quedando además de fábula con el omnipresente José María Aznar. La tormenta sobre las tasas judiciales, claramente excesivas pero incardinadas en un proceso tan excesivo en sí mismo que lo diluye todo, la sabrá manejar Gallardón con más sapiencia de lo que sugieren los titulares del presente. Rescatará, por ejemplo, su vieja teoría de modificar el sistema de elección al Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional: más poder para los jueces y menos para los políticos. Se trata de un guiño que una parte representativa (y conservadora) de la judicatura no dejará caer en saco roto.

@JMBethencourt