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Lazos afectivos – Por Domingo Negrín Moreno

Por el humo se intuye dónde está el fuego y por la saliva podrás saber si puedes ser un buen jefe o una buena jefa. Un estudio de la Universidad de Granada sugiere que ese líquido de reacción alcalina, algo viscoso, segregado por glándulas cuyos conductos excretores se abren en la cavidad bucal sirve, además de reblandecer los alimentos, facilitar su deglución e iniciar la digestión de algunos, para indicar la habilidad de las personas en la toma de decisiones cuando se enfrentan a una situación de estrés.

Los investigadores descubrieron que los menos habilidosos destilan más cortisol, una hormona que el organismo fabrica en momentos de emergencia.

Se han realizado muchos intentos de conciliar el don de mando con las relaciones sociales. El éxito del fracaso está garantizado si se confunde la responsabilidad con la autoridad, el respeto con el miedo, la dignidad con la soberbia, la admiración con la intimidación, la cercanía con el compadreo, el rendimiento con la productividad, el entendimiento con la afinidad, el compañerismo con la amistad… Y añado que la empresa no es una familia, sino un ámbito competitivo -por lo general- en el que confluyen intereses variados. De ahí la importancia de la psicología colectiva, no sea que el asalariado renuncie a sus apellidos -el de la madre y el del padre, por el orden acordado- para darle publicidad a una sociedad anónima.

El roce hace el cariño. Pero también genera conflictos. A mi entender, al construir tu vida alrededor del centro de trabajo te expones a la eventualidad de unos desarreglos emocionales poco edificantes para tu personalidad. Si permites que organicen tu ocio perderás autonomía y serás autómata.

Los lazos afectivos que se pretenden crear mediante la programación de actividades extralaborales son ocasionalmente ceremonias de amarre. Frecuentemente, esos encuentros de confraternización se transforman en una carrera para ver quién les cae mejor a los superiores.

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