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De lo público y lo privado> Por Andrés Aberasturi

No lo pone nada fácil la realidad que se vive día a día. Incluso ese gran desengañado libre y feliz que es Joaquín Leguina reconocía que el PSOE del siglo XXI debería replantearse también la cuestión. Me refiero a que cada vez resulta más difícil defender a ultranza lo público frente a lo privado; es lo que nos sale a muchos de nuestros adentros, lo que te pide el cuerpo y la razón, y ese sentimiento elemental pero cierto que te lleva a pensar que lo que es un bien de todos no puede ni debe tener dueño que se lucre con su gestión y, por tanto, debe ser administrado por todos a través de quienes nos representan. Antes de la crisis y el salvamento bancario, recuerdo de qué forma escandalizaba en alguna tertulia quien esto escribe al liberal convencido José Antonio Segurado al pedir, si no la nacionalización de la banca, sí al menos unas instituciones financieras en manos de la Administración que sirvieran de freno a los abusos de la banca privada.

El panorama a día de hoy es desalentador por muy revolucionario que parezca convertir en aula magna universitaria a la siempre castigada Puerta del Sol madrileña. Tenemos a media España en huelga permanente y alterna -se trata de dejar días libres para la huelga de la otra media- exigiendo la no privatización de casi todo. ¿Pero con qué argumentos? Ese es el problema de la realidad frente a lo correcto que ha resultado ser imposible.

Si hablamos de gestión pública de entidades financieras, ahí estaban las cajas de ahorro, que han contribuido muchos más que los bancos privados al desastre económico con una gestión (continuada y mantenida por gobiernos de derechas y de izquierdas) verdaderamente desastrosa. Y si hablamos de la Sanidad, hay ejemplos más que sobrados que demuestran cómo una gestión privada -concertada y vigilada naturalmente con la Administración pública- puede dar resultados positivos. En Educación ya hay una larga experiencia y no parece que las cosas hayan ido tan mal si queremos ser realmente objetivos. La gran pregunta es por qué lo público sale tan caro, por qué está siempre tan mal gestionado y termina siendo inviable y explotando definitivamente cuando las vacas flacas impiden el chorreo de dinero de todos para enmascarar una situación ruinosa. Y hablo de cosas importantes y menos frívolas que las cadenas de televisión, por ejemplo, que son una verdadera ruina -las públicas- y un gran negocio -las privadas-. Naturalmente que se me puede argumentar que también hay ejemplos de lo contrario, como el caso de Iberia, que en 2010 -ya privatizada- daba beneficios y hoy pierde, según nos cuentan, un millón de euros al día, o de la cantidad de empresas que están cerrando o provocando ERE.