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Un lugar en el mundo – Por David Sanz

Hace ahora una década, DIARIO DE AVISOS me trajo a La Palma. Diez años después estoy cada vez más convencido de que he encontrado eso tan difícil de hallar en la vida, que es un lugar en el mundo, parafraseando el título de aquella sensacional película de Aristarain. Un período largo e intenso en la vida de una persona y en el acontecer diario que marca el trabajo en un periódico, por el que pasan continuamente personas y acontecimientos como un carrusel que apenas te da tiempo de comprender con la urgencia del día a día. Pero lo que no ha variado desde el principio es el respeto que inspira La Palma. Es una sensación difícil de explicar, pero que tiene que ver con ese imaginario que la propia sociedad palmera ha sabido construir y proteger con los elementos que configuran su vida social, cultural e histórica. Eso no quiere decir que sea una sociedad cerrada, todo lo contrario, sino que ha sabido cuidar una esencia a través de una serie de valores que en otros sitios se han ido diluyendo con el paso del tiempo. Quizá sea algo de eso a lo que Luis Cobiella se refiere cuando habla de palmeridad.

Hay muchas cualidades que definen a esta tierra, pero hay dos que, a mi juicio, configuran a su sociedad y que la hacen todavía más atractiva: la imaginación y la nostalgia. Dos claves que aparentan ser contradictorias, pero que aquí conviven en absoluta armonía y se alimentan mutuamente. La Palma es una isla donde la imaginación está a flor de piel. Sin ella sería impensable la creatividad que derrocha por sus cuatro costados. Fiestas como la Bajada de la Virgen o Los Indianos, por ejemplo, serían imposibles en un contexto diferente. Tradiciones que se inventan y reinventan en el mismo contexto donde nacen y que recrea y protagoniza la propia sociedad palmera. A todo ello hay que sumar un genuino sentido del humor, que es síntoma también de esa poderosa imaginación. En cuanto a la nostalgia, que suele tener una presencia misteriosa en lugares donde el mar tiene un protagonismo relevante, aquí marcado por la emigración, juega una importancia clave en el imaginario de esta sociedad. Conozco pocas comunidades que viven el pasado tan presente como La Palma. No es una cuestión folclórica, sino una forma de vivir, de entender el tiempo y hasta de comprender las relaciones. El reto quizá esté en convertir todo ese flujo que mira al pasado en una fuerza de futuro.