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Obras que no se harán – Por Francisco Pomares

La empresa Sacyr Vallehermoso ha respondido al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife con una bonita larga cambiada, que consiste en aceptar únicamente (y de qué manera) una de las 37 obras propuestas por la alcaldía, concretamente la ampliación y mejora de las instalaciones de la desaladora, que Sacyr presupuesta en 30 millones de euros de los 45 que el contrato le obliga a cumplir. No se trata de valorar si la mejora de la desaladora cuesta o no 30 millones de euros, cifra bastante abultada…, sino que el hecho es que Sacyr solo se compromete a llegar a acuerdos con el Ayuntamiento si los estados financieros (las cuentas, vaya) permiten a la empresa solicitar recursos a los bancos para acometer la obra, algo bastante dudoso. En la carta remitida al alcalde Bermúdez, al margen de la literatura protocolaria y los giros lingüísticos propios de una carta redactada al alimón entre los servicios económicos y los jurídicos, Sacyr es bastante clara: su compromiso con el Ayuntamiento fue invertir los 45 millones de euros en el tratamiento de fangos “siendo una mera posibilidad su sustitución por otras inversiones que voluntariamente decidieran las partes”. O lo que es lo mismo: Sacyr no va a gastarse ni un euro en Santa Cruz que no le reporte beneficios, al margen de cualquier laxo compromiso de inversión suscrito con anterioridad. O lo que es igual: Sacyr considera el acuerdo con el Ayuntamiento de Santa Cruz agua de borrajas, nunca mejor dicho.

El tono y la letra de la respuesta de Sacyr a las peticiones municipales colocan al Ayuntamiento en una posición muy difícil: cuando se privatizó el servicio municipal del agua, uno de los compromisos -hábilmente supeditado también a las posibilidades económicas de la empresa- fue invertir otros 165 millones en “grandes actuaciones”, y no se estaban refiriendo a resucitar a Michael Jackson para otro concierto, sino a gastar dinero en convertir una empresa obsoleta y muy mal gestionada, en una empresa moderna y adaptada a las necesidades de la capital. Todo eso se ha incumplido, sin responsabilidad aparente para la empresa, porque la redacción del contrato era bastante lánguida, por decirlo de esa manera.

Ahora Emmasa asegura que mantiene un déficit de ocho millones, y que no produce recursos suficientes para cumplir unos compromisos que no eran sino papel mojado por el agua -mucha- que se pierde por los agujeros de las viejas tuberías que nadie va a arreglar. Y que seguiremos pagando entre todos en nuestras facturas.