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El pájaro espino y todo eso

REBECA DÍAZ-BERNARDO | Santa Cruz

EL PAJARO ESPINO RICHARD CHAMBERLAIN Y RACHEL WARD
Los protagonistas de 'El pájaro espino', Richard Chamberlain y Rachel Ward. | DA

Por coincidencias de la vida resulta que hace unos pocos días me mandé de nuevo el serial completo de El pájaro espino y para colmo me encuentro con que a mediodía están reponiendo otro melodrama parecido y de corte similar, made in Spain, que me encantó en su día aunque me enganché bastante tarde; hablo de La señora. Como en su momento la pillé bastante avanzada, en esta ocasión no me pienso privar y me siento cada día con el postre, retomando desde el minuto cero otro dramón de corte antiguo, muy bien ambientado.

Ambas tratan de esa atracción platónica, de entrada, que algunas mujeres han tenido hacia un cura. Que pienso yo que debe ser bastante común y que el tema tiene tela para cortar, porque ya vemos que no ha sido una ni dos las veces que ha dejado chorros de tinta e, incluso, el otro día leí en un foro el caso de una chica en la actualidad que está enamorada de uno. Pero si hablamos de amores prohibidos, más que prohibidos, amores que según cómo los mires son hasta pecado y de los gordos, y entre que llegado el momento, al menos en estos dos ejemplos, hay consumación carnal entre los protagonistas, la cosa tiene morbo para mantener la atención durante muchos capítulos.

A mí personalmente el estreno de El pájaro… me pilló con unos 15 o 16 años y la que la veía en casa era mi madre, y yo, que solo había conocido curas bastante entrados en años, calvos y gruñones, no me veía a mí misma enamorándome desde chiquilla de uno de ellos, claro que el de la serie estaba bastante potente, o eso decían las fans de la época.

Luego, con los años me vienen con La señora que encima el drama radica en que ellos se amaban desde antes de que él se hiciera sacerdote. Un tío guapo, guapo, pero tela de guapo para parar un tren, que va y se ordena porque su familia es pobre y solo tiene esa opción de vida. Ella se envenena cuando lo descubre y luego va y se casa con otro, pero ahí sigue esa pasión platónica que es la que verdaderamente los va matando a cachitos cada día de sus vidas. Porque, ya lo hemos hablado muchas veces, que no hay nada peor que tener ahí ese rucu- rucu que reconcome, del querer y no poder porque encima lo sobrevaloras mentalmente y se convierte en una enfermedad imposible de curar.

¿Imposible?, ¡nop!… el otro día en el muro de Facebook de una amiga vi la solución: “Ante un amor platónico, nada como un revolcón homérico”. Me reí como una loca pero no pude dejar de darle la razón, y volviendo al pájaro y al cura y a la señora, efectivamente, me doy cuenta de que gran parte de la serie se regodea con la intriga que genera esa pasión prohibida, los rumores de los allegados, las miradas entre ellos a través de la gente, algún beso furtivo en un pajar o un risco desolado, más miradas, algunas cartas, palabras con dobles sentidos en medio de una conversación. Y, sobre todo, tensión, tensión como para afinar cuatro violines, porque ellos, los curas, los hombres, no le echan narices al tema y no abandonan el sacerdocio para poder vivir su amor con plenitud.

RODOLFO SANCHO LA SEÑORA
Rodolfo Sancho, el cura de La señora. | DA

En el caso de El pájaro espino era por avaricia absoluta porque quería llegar al Vaticano, y eso que conseguía convertirse en cardenal y todo a pesar de haber pecado con locura y frenesí en medio de una playa y debajo de una palmera y entre las olas del mar y qué se yo. Si no recuerdo mal el de La señora no dejaba el tema porque ella ya se había casado y él tenía graves altibajos de fe, aunque hace tiempo que vi el final y no estoy muy segura. Pero de lo que sí estoy segura es de que desde el momento del primer acueste en ambas series, esa tensión desaparece, aunque el regusto se convierte en amargura y desilusión y, por supuesto, en hijo ilegítimo encasquetado a marido insulso.

Yo hice un mini sondeo entre algunas amigas y todas me dijeron lo mismo: un sacerdote es un hombre, es de carne y hueso y si surge el amor que salga el sol por Antequera que lo mismo da un traje de corbata que una sotana que tape lo que ese señor lleva debajo. En este caso, da igual la conciencia o el sentido del pecado que nos hayan querido inculcar porque a estas alturas del cuento ya nadie cree en eso, y aunque a muchas les he dicho que claro, que en los casos de las pelis son tíos que están buenísimos, ellas que no, que el amor en su sentido más literal no entiende de tíos buenos o de hábitos y que si un hombre interesa, interesa con o sin sotana y que por qué diablos no se iban a enamorar de uno así.

En definitiva, las chicas de hoy en día no están, no estamos, por la labor de permitir que nos pongan aún más trabas a una relación amorosa, que ya bastante complicado es encontrar al hombre ideal como para andarse por las ramas si es que él viste siempre de negro y su jefe es el mismísimo papa, pero me sigo preguntando si no será que somos tan tremendas que nos encanta meternos en berenjenales con amores complicados, y, más importante aún, ¿será verdad que el sexo es la respuesta a todo como dijo Freud?