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El síndrome Matrix – Por Agustín M. González

Con más frecuencia de lo imaginable la realidad supera a la ficción. Lo vemos todos los días. Y muchas veces ni lo vemos, ni lo percibimos, pero existe. Es lo que yo llamo el síndrome Matrix, porque son situaciones que me recuerdan la famosa trilogía cinematográfica de ciencia ficción de los hermanos Wachowski, en la que plantean un mundo futuro en el que casi todos los seres humanos han sido esclavizados, tras una dura guerra, por las máquinas y las inteligencias artificiales creadas, que mantienen las mentes humanas conectadas a una simulación social, un mundo virtual paralelo e irreal. En el fondo, esa fantástica saga es una metáfora del mundo cotidiano actual. La gente de la calle vivimos absortos en el mundo que han creado y dominan los poderes económicos y políticos. Nos manipulan sutilmente moviendo los hilos desde lo alto de un teatrillo universal de marionetas. Nos mueven a su antojo sin que nos demos cuenta, nos dibujan el entorno y el horizonte que les conviene en cada momento y nos dirigen infaliblemente para conseguir los intereses particulares que ambicionan, invisibles e inadvertibles para las marionetas.

Nos mantienen entretenidos con cualquier diversión fácil, con los goles de Messi, las carreras de Alonso o el divorcio de Belén Esteban. Nos distraen con la habilidad de un mago prestidigitador o nos engañan como el mejor de los ladrones de guante blanco, sin enterarnos siquiera. El caso es mantenernos ocupados y amansados en ese mundo paralelo mientras ellos se aprovechan y mangonean todo lo que pueden desde su olimpo reservado. Los americanos se inventan una guerra en Oriente Medio o un enemigo de la humanidad para saquear el petróleo de los árabes. Los alemanes se escudan en la crisis económica para imponer duros recortes al Sur de Europa que, en realidad, sirven para sanear los bancos y reforzar la hegemonía continental de los germanos. Y en España el PP gobierna a golpe de mentiras e incumplimientos aprovechando que los ciudadanos nos son capaces de reaccionar por una crisis que nos tiene inmovilizados de miedo, mientras muchas personas pierden sus puestos de trabajo, sus casas, sus servicios sociales, su sanidad, sus guardería públicas… Tenemos que rebelarnos contra Matrix.