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El terreno de las igualdades> Por Víctor Corcoba Herrero

El mundo se mueve en un peligroso terreno de desigualdades que empiezan por indignarnos y acaban por desesperarnos. Fruto de estas diferencias entre personas, en su mayoría gestadas injustamente, es la multitud de movimientos sociales que invaden todos los países. Es imposible no enfurecerse al ver los sufrimientos humanos. Tenemos la obligación ética y moral de actuar, por un lado, ante la desigualdad en el acceso a bienes esenciales como alimentos, agua, vivienda, salud y educación, y por otro lado, ante las distancias entre hombres y mujeres, niños o ancianos. Cualquier tipo de discriminación no cabe duda que nos afecta, tanto individual como colectivamente, puesto que la exclusión para unos y el privilegio para otros lo que hacen es generar desasosiego y conflicto. Evidentemente, todos tenemos derecho a que se nos atienda y se considere nuestra opinión.

En la actualidad nuestro mundo sigue prestando oídos sordos a los que más sufren. La desigualdad, en lugar de achicarse, crece cada día, impidiendo a sectores enteros desarrollarse. Ante estos hechos, la realidad debe imponerse, y han de modificarse estilos de vida, conductas adquiridas en buena medida desde la manipulación. Las riquezas debemos distribuirlas más equitativamente. No se trata de dejar en la miseria a personas; se deben brindar oportunidades en igualdad de mérito y capacidad para todos los ciudadanos. Pensemos en las graves desigualdades para acceder a los recursos educativos o sanitarios. Esta injusta diferenciación vulnera los más básicos derechos de la persona. Con demasiada frecuencia, determinados grupos de poder imponen sus reglas, sin escuchar la voz de los más débiles, contradiciendo de este modo el derecho internacional. No se puede convivir con un poder que desatiende a los más necesitados. Con razón, multitud de personas se lanzan a la calle al sufrir en propia carne que la ley no es igual para todos. Esta marea popular, que toma las plazas en diversos países del mundo, es la expresión de lucha de los excluidos contra una clase dominante que ni los escucha.