sobre el volcán>

Van a podar La Caldera> Por David Sanz

Me parece una brutalidad el tajo que piensan aplicar a la gestión del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente. Vaya por delante que soy un firme opositor a la transferencia de los parques nacionales al ámbito autonómico o insular, como también se pretende. Creo que ha sido ejemplar la labor que se ha hecho en estos emplazamientos naturales a lo largo de todo el territorio español y, por el simple razonamiento de que cuando algo funciona bien es mejor no tocarlo, valdría la pena devolver las competencias al ministerio. Además estoy convencido de que existe una serie de valores que hay que proteger desde la fría distancia, para estar al margen de tentaciones y presiones varias, como la salvaguardia de los espacios naturales.

La maldita crisis está enfangándolo todo y casi nadie se libra a estas alturas de sus traumáticos recortes. Es verdad que la sanidad y la educación son valores que, cuando menos, están al mismo nivel que la protección de la naturaleza, y los gobiernos no se han cortado en meter machete. Por lo que mucho me temo que estuvieran las competencias donde estuvieran, el recorte hubiera sido igual de salvaje. Porque la poda en cuestión de recursos tiene más que ver con una posición ideológica que económica. Y esto vale para todas las grandes fuerzas políticas que nos representan en España y en Canarias. Al desaguisado medioambiental que puede suponer que La Caldera de Taburiente pierda recursos para su conservación, se le suma el hecho de que las personas que se adentran en su interior no van a tener la misma seguridad que hasta ahora, por no decir la merma en recursos que supone en la lucha contra los incendios forestales.

Desprotegiendo la naturaleza, bajan también nuestras defensas. No hay que recordar hechos luctuosos y rescates en el interior del parque nacional para saber la metedura de pata tan descomunal que puede suponer una decisión de esa envergadura. La Caldera de Taburiente es el principal símbolo de la naturaleza palmera. La mayoría de los visitantes que llegan a la Isla quieren conocerla y es necesario que cuenten con el asesoramiento profesional para que no se vean inmersos en una situación delicada y, además, sean conscientes del respeto que merece. No es un capricho, es, sobre todo, una cuestión de seguridad. La Caldera, con los recortes, está en disposición de ir marcha atrás, como casi todo, y de sufrir daños irreparables.