A babor >

Un veto inútil – Por Francisco Pomares

La decisión herreña de impedir la votación del presupuesto es una decisión inútil. Solo producirá un retraso de apenas unas horas en la aprobación de las cuentas de Canarias, y nos costará algo más de 10.000 euros en dietas y gastos por convocar una segunda sesión plenaria del Parlamento. Por desgracia, la política, cada vez más incapacitada para modificar la penosa realidad que es hoy nuestra vida cotidiana, hace ya algún tiempo que ha optado por instalarse en lo simbólico: “No podemos cambiar las cosas, pero vamos a hacer mucho ruido”, esa es la consigna en la que parece instalado todo el mundo: sindicatos, empresarios, gobiernos, partidos, líderes ciudadanos y políticos… A fin de cuentas, lo que han hecho los herreños es exactamente lo mismo que hizo el Gobierno de Canarias en peso hace unas semanas, cuando protagonizó un ridículo plante fotográfico durante unos días, retrasando el envío de los presupuestos a la Cámara. Hay pocas diferencias entre aquella solemne tontería y esta: una es que en aquella el Gobierno infringió la ley que obliga a entregar los presupuestos en fecha estipulada, y en esta por lo menos han cumplido con el reglamento. La otra diferencia es que aquel retraso no obligó a convocar a sesenta señorías, que -aunque renunciaron a su derecho a cobrar dietas, cosa harto dudosa- obligan a mantener servicios que son muy caros. Pero el resto es lo mismo: quienes ahora nos hablan de la urgencia de sacar los presupuestos son los mismos que antes retrasaron el presupuesto para presionar ante Madrid. Y los que aplauden el veto herreño -el PP y sus portavoces, por ejemplo- son los que censuraban agriamente el comportamiento del Gobierno de Canarias plantándose ante Madrid. La política adapta el discurso a su conveniencia pasándose por el arco de triunfo todo atisbo de coherencia.

Mientras, el verdadero problema de fondo, que es el de resolver la cuestión de las comunicaciones con el Hierro, pasa a un segundo plano. El debate del día se retuerce en insondables reflexiones sobre los derechos de las minorías, sazonados con cantos floridos al supuesto valor ciudadano del herreño Alpidio Armas, como, si pasar del partido con el que se presentó a las elecciones para algo tan inútil como retrasar los presupuestos unas horas, supusiera ponerse frente a las balas del enemigo. No sé si este discurso le supondrá a Alpidio algún rédito. No lo creo: me da que los argumentos están ya muy gastados. Pero el espectáculo se encanalla. Luego hay quien se sorprende del desapego ciudadano ante todo este circo.