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Cáritas – Por Alfonso González Jerez

Después de retirarle en los vigentes presupuestos generales casi dos tercios de la financiación asignada el pasado año, la consejera de Asuntos Sociales, Inés Rojas, se ha comprometido a ayudar todo lo posible a Cáritas para que pueda mantener sus proyectos y programas. Exactamente como si alguien te atara una piedra al tobillo, te tirara a un oscuro pozo y acto seguido, desde allá arriba, te prometiera un flotador, aunque debas pagarlo a plazos. La manifiesta incapacidad del discurso político para metabolizar sus propias decisiones vacía de cualquier sentido el debate público, y no es otro su objetivo. Si la población desempleada llega a los seis millones es que, aunque no lo parezca, la reforma laboral está comenzado a provocar sus benéficos efectos, tal y como nos descubría el ministro Arias Cañete. Si existen fundados sospechas e indicios razonables de una trama de corrupción que afectaba a dirigentes del partido hoy en el poder, así como a numerosas comunidades autonómicas y corporaciones locales, el presidente Mariano Rajo expresa conmovidamente que no hay nada más injusto que generalizar. El lenguaje político ya no adorna, enmascara o dulcifica la realidad: pretende sustituirla directamente. Esta disonancia cognitiva a modo de táctica política no está destinada a convencer a los ciudadanos, sino a lograr que se resignen como un cuerdo termina resignándose (y enloqueciendo) al quedar encerrado en un manicomio.

En el año 2010 Cáritas disponía de más de un millón de euros de financiación por el Gobierno regional, que ahora han quedado reducidos a 269.000: un recorte de más de un 73% en apenas tres años. Se cerrarán casas y centros de acogidas y se deberán suprimir programas para enfermos de sida y familias monoparentales. Muy probablemente Cáritas deberá rescindir contratos laborales. Si el Estado de Bienestar es explosionado la onda expansiva de su caída arrasa a todos los agentes de la sociedad civil. Dicen que doña Inés Rojas está buscando financiación de empresarios con corazón bien alicatado. Al Estado contemporáneo le sucede la filantropía bien entendida. Un viejo epigrama lo resumía todo muy bien: “El señor don Juan de Robres / filántropo sin igual / mandó hacer este hospital / mas primero hizo los pobres”.