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No es país para viejos – Por Jorge Bethencourt

La famosa película Soylent Green, de Richard Fleisher, titulada en español Cuando el destino nos alcance (basada en el relato ¡Hagan sitio, hagan sito! de Harry Harrison) establecía una visionaria solución para el problema de la superpoblación. A los viejos se les ofrecía un final placentero y se reciclaba en forma de una especie de galletas que contribuían a la alimentación del resto de los seres humanos. Una anticipación de la cultura del reciclaje, que diríamos.

La ministra del Paro del Gobierno de España, Fátima Báñez, ha anunciado una medida de estímulo de las muchas que el ejecutivo de Rajoy va a lanzar a las procelosas aguas de la crisis. Los autónomos de menos de 30 años sólo pagarán, durante los primeros seis meses, cincuenta euros de cuota. El hecho es que más de la mitad de los parados de larga duración son jóvenes.

El hecho es que hablamos de una generación perdida, que no encuentra posibilidad de ganarse la vida ni de desarrollar su talento y su formación. Y el hecho, y ya van tres, es que esto ha disparado todas las alarmas aunque no ha sucedido de la noche a la mañana. La Constitución dice que todos los españoles somos iguales ante la ley. Habrá que ponerle un par de apostillas. Una sería, por ejemplo, que somos iguales siempre que tengamos la misma edad. Sobre las costillas de los autónomos que tengan la desgracia de tener más de 30 años, seguirá cayendo el peso de una administración pública que ha batido todos los récords en la exigencia de sacrificio fiscal.

Para salvar las haciendas públicas se han asaltado los bolsillos privados. Esta es la cuestión. Ofrecer baja tributación a los jóvenes emprendedores es reconocer que las cargas fiscales sobre esa actividad impiden el nacimiento de nuevos agentes económicos. España se ha situado, en pocos años, entre las cinco economías de la UE con impuestos más altos.

Y el saldo ha sido una congelación del consumo, una caída de la demanda y mayor depresión económica. La economía sumergida se ha multiplicado. Porque la reacción del personal ante el asalto fiscal es el fraude. Y más ante el penoso espectáculo de lo que hace la peña con el dinero de nuestros impuestos. Aquí no habrá recuperación económica hasta que dejen más dinero en el bolsillo de las familias, empresas y trabajadores. Lo demás son parches.

El ministro japonés de finanzas, Taro Anso, dijo que, a la vista de lo que costaban los 31 millones de ancianos de Japón, lo mejor que podrían hacer es darse prisa en morir. Tal vez para hacer sitio a los jóvenes nuestro gobierno benefactor debiera plantear que los autónomos mayores de 30 años pasen a convertirse directamente en galletas. Sin medias tintas. Este no es país para viejos.