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Indiferencia – Por Saray Encinoso

Tony Judt siempre ponía como ejemplo la privatización que el sistema de ferrocarriles sufrió en Inglaterra en los años 90. Con un tren era capaz de argumentar la necesidad del estado del bienestar que se consolidó después de la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo en Algo va mal, el libro que quiso dedicar a mi generación. Ya entonces hacía tiempo que tenía miedo de que los principios de solidaridad se evaporaran. Lo siguió repitiendo hasta que murió. La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) lo fue devorando poco a poco. Primero lo postró en una silla de ruedas, pero llegó un momento en que solo podía hablar. Le robaba horas a su familia para seguir batallando por sus ideales. No se calló hasta 2010.

Los críticos de Babelia, el suplemento cultural de El País, eligieron su último libro, Pensar el siglo XX, como el mejor de todo 2012. Fue su última obra. En él, el historiador conversa sobre casi todo con Timothy Snyder. Habla de su etapa en el kibutz, de su niñez inglesa, de su desengaño judío, de sus estudios sobre una Europa del Este idealizada por los arquitectos de Mayo del 68 y del papel de los intelectuales franceses. Snyder le pidió a Judt que hicieran juntos este libro tres meses después de que le diagnosticaran la enfermedad. Quería que ese hijo de emigrantes judíos del Este de clase media-baja, que acabó siendo una eminencia en Cambridge y Nueva York, repasara los hechos del siglo de las ideas.

Juntos escribieron “una biografía, un libro de historia y un tratado de ética”, según palabras del propio Snyder. También un manual sobre cómo vivir. Es curioso, pero aunque Judt hablaba de acontecimientos que cambiaron el curso de la historia, utilizar sus enseñanzas en momentos cotidianos es extremadamente fácil.

Esta semana, la Comunidad de Castilla-La Mancha ha decidido cerrar las urgencias nocturnas de 21 municipios. Su argumentación ha sido la misma que se utiliza siempre que se quiere privatizar algún servicio público: la escasa rentabilidad. Nadie ha levantado la voz porque, como decía Judt, ya no nos preguntamos sobre la esencia de las cosas.

¿Son legítimas? ¿Son ecuánimes? ¿Son justas? ¿Son correctas? ¿Van a contribuir a mejorar la sociedad del mundo?
Todo eso ha dejado de importarnos. Hasta hace no mucho, porque la obsesión de casi todos era hacerse ricos. Hoy, porque intentamos evitar ser pobres. Mientras tanto, millones de personas están perdiendo su dignidad. Hay momentos en los que la indiferencia no es una opción. Este es uno.

@sarayencinoso