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Obama 3.0 – Por Juan Manuel Bethencourt

El discurso de investidura de Barack Obama se parece mucho a los pronunciados durante la poética campaña que le llevó a su primera presidencia, allá en 2008. Durante su primer mandato, gobernó maniatado por la oposición furibunda del Partido Republicano y sus propios temores, el riesgo siempre presente, y paralizante, de no obtener la reelección. Una vez superado ese Rubicón tras el triunfo holgado sobre el envarado Mitt Romney, Obama mira al futuro en la certeza de que no tendrá que ser candidato de nuevo, y por tanto mucho más pendiente de sostener sus convicciones políticas y del legado que pretende dejar a la sociedad estadounidense del siglo XXI y, por extensión, en el mundo entero. Como quiera que dispone de una oportunidad que no se repetirá, el presidente-emperador se ha puesto manos a la obra con algunas designaciones ciertamente provocadoras en su nuevo gabinete, como la de Chuck Hagel, casi un pacifista, como secretario de Defensa.

Todo eso quiere decir que vamos a ver a un Obama mucho menos conciliador en el plano político, es decir, más capaz de buscar la confrontación con el ala dura del espectro republicano y hacerlo además apelando a su propio interés, al de la mayoría sociológica que fue la base de su victoria y que ahora pretende articular con pretensiones de durabilidad. Su esquema es el de un Estados Unidos moderno, dominador en el plano militar y geopolítico, dialogante en todo lo demás, plural de puertas hacia dentro en seguimiento estricto de un mestizaje ya dominante, tolerante en lo social en oposición abierta con la intransigencia moralizante -y falsa, por cierto- del Tea Party y sus acólitos. Este es el plan de Obama, de un Obama 3.0 que en el discurso de su segunda investidura vuelve a hablar de las diferencias de renta crecientes en el país, de la brecha de oportunidades entre conciudadanos, de la responsabilidad individual compatible con las tareas colectivas, incluso del cambio climático clamorosamente abandonado en su primer mandato.

Estos son los principios pero otra cosa es que los consiga trasladar a la realidad de las decisiones. Con algunos logros relevantes, como la reforma sanitaria, la presidencia de Barack Obama es por ahora más simbólica que transformadora. El presidente de Estados Unidos, un tipo con un ego descomunal, busca ahora su lugar en el panteón, muy cerquita de la leyenda ahora hecha película, Abraham Lincoln. Tiene una oportunidad y un plazo, los dos próximos años, porque inmediatamente después empezaremos de hablar de él en pasado.

@JMBethencourt