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Salud, negocio – Por Salvador García Llanos

La oposición profesional y social a la privatización de hospitales madrileños es digna de admiración. Una tenaz resistencia, tan digna como capaz de presentar un plan alternativo, hace de esa protesta un ejemplo de lucha: en el simbolismo de las batas blancas hay toda una invitación a no claudicar por muy ‘absolutistas’ que sean las decisiones de quienes tratan de imponer su modelo porque les da igual la salud de las personas con tal de hacer negocio con ella.

En el fragor de esa batalla aún inconclusa, brotó días pasados la noticia: la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando todavía Esperanza Aguirre presidía a los madrileños. Cuando renunció a su cargo, declaró que dejaba la política pero no se desvinculaba del PP.

La empresa a la que pertenece el ex consejero, informaba la cadena SER, podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó “por criterios de ahorro”, ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha adquirido por cinco millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en una Unión Temporal de Empresas), aumenta exponencialmente su red de gestión de servicios públicos sanitarios pues con anterioridad gestionaba los laboratorios del hospital de Torrejón en Madrid y de los hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.

Se han ido sucediendo las explicaciones y las excusas. Respetables, claro que sí. Pero, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación, es natural que planeen dudas éticas y sobrevuelen las interpretaciones sobre el régimen de incompatibilidades. Plan de Infraestructuras Sanitarias: Una oportunidad de negocio, era el título de la iniciativa que el propio Güemes trasladó en su día al sector, dejando la puerta abierta, naturalmente, a otros ámbitos privados ajenos al sanitario.

Un título bastante significativo del que puede deducirse la madre de todas las interpretaciones: la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios. Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, estas operaciones ponen al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.

No hay más vueltas: la gestión de los análisis clínicos en manos de quien privatizó tal asistencia, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.

Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.

Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.