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Disparates – Por Domingo Negrín Moreno

Un juez prohíbe a un soltero sin trabajo aproximarse a cualquier garaje o surtidor para que no siga emborrachándose con gasolina sin plomo. Otro magistrado condena a un adolescente a adelgazar para reforzar su autoestima.

Un nota que no se decidía entre las marcas de preservativos se bajó los pantalones en la tienda y allí se los probó. Enseguida se corrió la voz. Tres navegantes atravesaron cien kilómetros a bordo de una balsa fabricada con 20.000 condones.

El primer premio científico de la multinacional alemana BMW correspondió, en 1999, al doctor Christof Schulz, de la Universidad de Heidelberg. La disertación llevaba por título: Desarrollo y aplicación del proceso de fluorescencia inducida por láser para la medición cuantitativa de la distribución momentánea de óxidos de nitrógeno en motores de combustión interna.

La policía se gastó 14.000 euros en la persecución de una conductora que comía una manzana. Un taxista fue sancionado por transportar a 27 niños en el mismo viaje.

Dos aviones que debían aterrizar en una isla realizaron maniobras en círculos durante más de media hora porque el controlador se había quedado dormido. Un tren paró dos horas en una estación para que los bomberos atendieran a un pasajero atrapado en la taza del váter, tras meter una mano para recuperar el móvil, y el conductor de otro ferrocarril sufrió heridas leves por el porrazo de un rollo de papel higiénico mojado.

Un parlamentario dimitió de su cargo en la Comisión de Seguridad Vial después de ser multado por exceso de velocidad. Un diputado del Consejo de Europa transformó una botella de agua mineral en vino tinto con una chistera y un pañuelo.

Un borracho se peleó con una armadura de hierro de un caballero medieval expuesta en un comercio al no obtener respuestas a sus preguntas.

Leídas entrelíneas, todas estas historias esconden un mensaje. Para mí está claro.

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