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385.600 – Por Alfonso González Jerez

   

Los 385.000 desempleados que hemos alcanzado en Canarias son fruto tanto de la destrucción de empleo en el último trimestre -entre las más moderadas del Estado- como del aumento de la población activa, es decir, los nuevos demandantes de empleo -el más alto de España-. Es una situación terrible: 17.200 nuevos parados en el primer trimestre del año y un 34,27% de la población activa sin un mísero curro para poder alimentarse. Durante la Gran Depresión, en Estados Unidos nunca se sobrepasó un 25% de desempleo. La diferencia con la situación actual -y la razón fundamental de la ausencia, hasta el momento, de estallidos sociales- es que en los años treinta no existían los subsidios por desempleo ni se habían desarrollado sistemas sanitarios y educativos públicos. Estas redes institucionales funcionan como amortiguadores sociales junto a los apoyos mutuos en el seno de las familias. Pero ni son infinitamente elásticas ni cabe pensar que se prolongarán en el tiempo. Actualmente el grueso del gasto del Estado lo consumen tres capítulos: pago de la deuda pública, pensiones y subsidio de desempleo. En una coyuntura como la actual, con el Gobierno de Mariano Rajoy necesitado de nuevos sacrificios rituales (aunque contantes y sonantes) ante la Comisión Europea, los dos últimos están condenados a sufrir hachazos brutales. No terminará el año antes de que el Gobierno recorte las pensiones y/o endurezca y disminuya las prestaciones por desempleo.

Lo que uno encuentra atroz es este infierno crepitante entre la vomitiva mentira programada del sacrificio de hoy indispensable para la recuperación de la prosperidad de mañana y la impotencia (política e intelectual) de las izquierdas para encontrar un diagnóstico y articular alternativas. A la socialdemocracia no se le ocurre otra cosa que suprimir los billetes de 500 euros y, a la izquierda, crece un enrudo quejicoso e indignado de sueños seudo revolucionarios. Lo cierto es que la construcción y el negocio inmobiliario (clave en el crecimiento del PIB canario entre 1995 y 2006) ya no volverán y tampoco lo hará el crédito que permitió mantener el consumo de las clases medias que no habían dejado de perder ingresos reales desde principios de los noventa. Solo hay una certidumbre: el desempleo continuará creciendo, crecerá la pobreza, estamos mucho más cerca que hace un año de una catástrofe que nos convertirá en un país inviable durante décadas.