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Aborto otra vez – Por Jorge Bethencourt

Cuanto más bajos vuelan los grajos de la crisis más insufrible se vuelve soportar esa vieja caterva de enlutados que pretenden hacerse dueños de nuestros cuerpos y retorcer nuestras conductas según sus creencias en una supuesta e improbable vida existente más allá de esta. Como no tenemos casi ningún problema, el ministro de Justicia ha decidido crear un problema donde no lo había. Que es una de las más acreditadas experiencias de la política española. Mientras la claque de la Iglesia aplaude con las manos de Rouco Varela, el señor Gallardón ha anunciado una nueva ley sobre el aborto. Se trata, dice, de cumplir la promesa electoral. Hay que tenerlos cuadrados para poner el asunto en la percha de una promesa electoral siendo que no sólo no han cumplido ninguna sino que las han ejecutado todas al revés. No hay necesidad de perderse en la prolija descripción de la anterior ley socialista (hecha también sin consenso), de los plazos y los desacuerdos. Esto es muy sencillo: cualquier ley que impida que las mujeres decidan sobre su propio cuerpo es, lisa y llanamente, una mierda.

Abortar no es un tenderete. Es una decisión dura y difícil. Hay que ofrecer todas las posibilidades para evitar llegar a ese punto. Promocionar los anticonceptivos (a los que se oponen los sacerdotes) y educar e informar a los jóvenes en una adecuada cultura sexual (a la que se oponen los sacerdotes). Pero llegado el caso de que una mujer no quiera tener un hijo, cualquier político o religioso que intente obligarla está cometiendo una violación de su libertad. Voy a sobrevolar, a más altura que un grajo, la escatológica moral de quienes predican para los demás lo que ni siquiera cumplen en su casa. La actitud de la Iglesia con la homosexualidad y el aborto es perfectamente respetable, siempre que la soliciten a los fieles de su religión. ¿A cuenta de qué saldo pretenden imponer sus normas emanadas de una ficticia divinidad al resto de los ciudadanos? Esa supuesta defensa del “derecho a la vida” del no nacido sería algo más creíble si la Iglesia se hubiera mojado las sotanas en las miles de muertes que las guerras de nuestros tiempos nos ofrecen, a modo de show, en los telediarios. El tránsito por la selva de la crisis y el gobierno está desnudando al PP de todos los atributos de un partido liberal europeo. Los conservadores han aplicado subidas de todos los impuestos y han defendido a capa y espada al poderoso sector público y su burocracia. Y ahora se embarrancan en leyes de inspiración religiosa que nadie sentía como urgentes y que nacen, otra vez, para durar lo que dure la mayoría de turno. Sólo las leyes que duran son buenas leyes.


@JLBethencourt