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Chispas – Por Fran Domínguez

Las escaladas de tensión en Asia Oriental, a cuenta de Corea del Norte, suelen ser cíclicas, va en la propia concepción de este hermético y belicista estado en el contexto geopolítico de la región. La mayor parte de los analistas internacionales quitan hierro a las amenazas del gobierno de Pyongyang; sin embargo, el polvorín (la Península coreana, sin duda, lo es) se prende cuando las chispas saltan cerca, y basta un paso en falso para que la frágil convivencia se desvanezca y salpique al resto. El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, lo decía el jueves en Madrid: “Cualquier error de cálculo o juicio en esta situación podría tener implicaciones gravísimas”. Sabe de lo que habla. La lejana Corea del Norte no es un país para tomárselo a broma, aunque la gobernanza de este trasnochado régimen, último vestigio de la Guerra Fría, se asemeja a una mezcla de sainete y drama shakesperiano, con el poder omnímodo en manos de un individuo que se hace llamar Comandante Brillante, descendiente de dictadores, y en el que el culto personal -que raya el más absoluto de los ridículos- forma parte de la imaginería política.

Su abuelo, el fundador de esta singular dinastía, Kim Il-sung, era una especie de superhombre, arrogado de todas las virtudes habidas y por haber, y creador, además, del actual calendario norcoreano, que comienza en 1912, año de su natalicio. Obviamente, estos ilustres genes fueron traspasados a su hijo y a su nieto, Kim Jong-il y Kim Jong-un, respectivamente, el primero de ellos un auténtico fuera de serie desde que vio la luz, no en vano en su nacimiento se produjeron extraños fenómenos atmosféricos que anunciaban su excepcionalidad, ratificada por ser un prolífico escritor y músico, además de albergar otras aptitudes dignas de un agraciado por los dioses, según recogen las biografías oficiales… Debajo de toda esta parafernalia esperpéntica de totalitarismo y corrupción (de esto último no se salva nadie) se encuentra un pueblo oprimido y frustrado, que vive bajo el paraguas del miedo ante un estado que no escatima en dotarse de recursos altamente coercitivos, en el que la libertad de expresión es una quimera, con medios de comunicación controlados y donde Internet es sustituida por una intranet nacional teledirigida denominada Kwangmyong. Y ante semejante cuadro, una de las naciones más militarizadas del mundo, con una economía planificada que está a flote de milagro, intimida a su vecino y hermano del sur, con el que de facto continúa en guerra desde 1950 (sólo se firmó una suspensión de hostilidades en 1953, no un tratado de paz), y de paso desafía con su capacidad para generar armas nucleares al todopoderoso imperio estadounidense. La tensión sigue in crescendo… Y es que el polvorín se prende cuando las chispas saltan cerca.