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Colegios sociales – Por Juan Henríquez

Lo siento, no me gusta la idea, por lo tanto no puedo callarme. Es posible que el equivocado sea un servidor, en cuyo caso no tengo ningún problema en pedir disculpas y rectificar. Hablo de la decisión; no tengo todavía muy claro de quién parte la iniciativa de convertir un número, aún indeterminado, de colegios públicos en centros de atención social para niños con necesidades nutritivas o alimentarias durante la etapa vacacional del verano. Es decir, castigamos a los niños, cuyo mal es pertenecer a la especie marginal del paro y la pobreza, a no disfrutar de un tiempo libre y merecido, igual que el resto de sus amigos del cole.

Me parece que hablamos de un problema estrictamente económico-social, que para nada tiene que ver con el escenario educacional de los críos. Supongo, por lógica, que, de entre todas las criaturas a las que se le someta a reclusión colegial por necesidad nutricional, los habrá que se pregunten por qué tienen que acudir al colegio, mientras que sus amigos y amigas, en algunos casos vecinos de una misma zona o barrio, están disfrutando de la calle y la playa.

Contéstame a una cosa, profe: ¿por qué tengo que venir al cole si he estudiado mucho y he aprobado todo? No me gustaría estar en la piel del profesor o asistente social. Porque en tu casa no tienen para darte de comer y aquí sí. Ésta podría ser la cruel respuesta, que, con toda seguridad, nadie estaría dispuesto a pronunciar.

Afirmo que estamos ante un problema de orden social, por consiguiente, deberán ser los servicios sociales de cada ayuntamiento los que, con la correspondencia de cabildos y Gobierno canario, atiendan, en primera instancia, esta situación de emergencia, haciendo llegar o facilitando a las familias los alimentos que cada caso requiera y tratando de evitar que los críos sufran impactos psicológicos no deseados por nadie.

Hoy toca exigir que las cosas se hagan sin disfrazar la realidad, pero respetando el medio natural de los críos en vacaciones. ¡Por los niños de Canarias!