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Convenios – Por Alfonso González Jerez

   

El Gobierno de Mariano Rajoy lanza el rumor de la devolución de la llamada paga extra de los funcionarias y simultáneamente prepara para servir en la bandeja de oro de la Comisión Europea un descenso de las pensiones, un recorte de la indemnización por despido y una limitación cuantitativa y temporal de las prestaciones por desempleos, entre otras canalladas para asegurarnos un futuro de justicia y prosperidad. La prestación podría reducirse alrededor del 15% y recortarse unos seis meses. Antes de finalizar junio será aprobada por decreto, y apenas unas semanas más tarde, decaerán todos (repito: todos) los convenios colectivos que estén en situación de ultraactividad (vencidos, pero no renovados) al cumplirse un año de entrada en vigor de la última reforma laboral. Un terremoto creciente que se desarrollará a lo largo del segundo semestre del año y que afectará tanto al ámbito público como al privado: administraciones y empresas.

El Gobierno y su mayoría parlamentaria no se han tomado ninguna molestia para subsanar los hipotéticos vacíos legales a los que abocará esta situación. La reforma laboral establece que, en caso de extinción del convenio, las condiciones laborales serán las del convenio general del sector, pero en muchas actividades no existe un convenio de ámbito superior. En ese caso solo será de aplicación el Estatuto de los Trabajadores. La mayor parte de los trabajadores afectados podrán ver reducidos sus salarios y, sin ninguna excepción, ver modificadas sus condiciones laborales: vacaciones, horarios, prestaciones. Es asombroso el silencio político (y hasta cierto punto sindical) al respecto de una consecuencia legal y normativa que transformará estructuralmente el marco de las relaciones laborales en España y que garantiza para el próximo otoño un incremento miles de desempleados y un empobrecimiento de decenas miles de familias.

En Canarias son más de 30.000 las personas cuyas empresas están reguladas por moribundos convenios colectivos. “Es una oportunidad para mejorar la competitividad”, afirman los chorlitos más avariciosos. En efecto: una oportunidad magnífica para hundir más el consumo, reducir los ingresos fiscales, potenciar la presión sobre los servicios públicos y aumentar las partidas presupuestarias dedicadas a subsidios y prestaciones. Y se asume como los cambios estacionales, la rotación de los astros o las expulsiones en Gran Hermano: fenómenos de la naturaleza ante los cuales solo cabe la resignación.