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Distracciones – Por Alfonso González Jerez

Para un columnista es importante que la estupidez tenga algún brillo propio. La estupidez vulgar y corriente, la estupidez irrelevante y grisácea, ya suele aportarla el articulista en su propia caja craneana. Pero últimamente no hay suerte. No va uno a comentar los últimos comentarios eruditos sobre el moro de la morería de Isaac Valencia a estas alturas. Valencia tiene menos gracia ya que los chistes del Fary. Había un valor en alza, Antonio Alarcó, ese hombre capaz de operar una hernia de hiato, pronunciarse en una tertulia sobre la política fiscal de Obama, escribir un discurso senatorial pleno de conjunciones adversativas y llevar la corbata impecable al mismo tiempo. Pero Alarcó se ha quemado demasiado pronto. Es lo que pasa cuando no se sabe medir. Le ocurre mucho a políticos que creen que hay que mostrarse incansables sin reparar en que suelen cansar a todo el mundo con una omnipresencia agobiante: su voz no es ya una voz, sino un eco. A mí Alarcó me recuerda mucho a Mariah Carey. La señorita Carey, una obesa rescatada por las dietistas y los entrenadores personales, acaparó un montón de premios y superventas hasta que la gente se cansó de su melosa mirada bovina y sus versiones interminables y la discográfica no supo qué hacer con ella. No es improbable que al señor Alarcó le termine pasando lo mismo por su empeño en cantarse a sí mismo mañana, tarde y noche My all: “Baby can you feel me / Imagining I’m looking in your eyes / I can see your clearly / vividly emblazoned in my mind / and yet you’re so far / like a distant star / I’m wishing on tonight”.

Menos mal que siempre quedan los chicos de Tamaimos. Ahora han emprendido una tremenda campaña contra la celebración de la Feria de Abril en Canarias porque supone, nada menos, un arrasador ejercicio de aculturación sobre los desaventurados isleños. Tamaimo denuncia que incluso se han aportado fondos públicos en la Feria de Abril que se celebra en Las Palmas de Gran Canaria, un pecado de lesa patria que nuestros pibes no están dispuestos a dejar pasar. Yo creo, sin embargo, que Tamaimos está demostrando cierta blandenguería en este asunto, y que no deberíamos descansar -ni siquiera en la cola del paro- hasta no suprimir las malagueñas, el fútbol, el whisky, la carne cochino y tantas imposiciones culturales que han acabado por devorar las sagradas entrañas de nuestra identidad. ¿Qué identidad? Bueno, pregúntenle a Tamaimos.