conjeturas

El gemelo británico – Por Juan Manuel Bethencourt

Conviene prestar atención a lo que ocurre en el Reino Unido, país con el que España tiene más puntos en común de los que nos gusta admitir. El Gobierno del señor Cameron, un primer ministro intelectualmente tan mediocre que asusta, acaba de aprobar un ajuste de caballo que tiene soliviantada a la población, empezando por las capas más débiles de una sociedad ya marcada por una política de mal entendida multiculturalidad que no facilita la integración, sino el gueto. Es en ese terreno, y también en el de las clases medias debilitadas, donde se libra la batalla por la supervivencia de un sistema de protección no demasiado musculado, pero que para los santones del Partido Conservador resulta desincentivador, o, como dice el propio canciller económico, el osado Osborne, una fábrica de vagos. Pero conviene señalar un par de aspectos. El primero, y más evidente, es que el gabinete de coalición entre conservadores y esos tipos invisibles que dicen ser liberal-demócratas (¿existe Nick Clegg?) tiene que ajustar las cuentas porque sus números actuales son ruinosos. Y son ruinosos a pesar de otros recortes anteriores que no hicieron nada para reparar los males de la economía británica, sino todo lo contrario. Así que estamos en lo de siempre: recorto para sanear las cuentas y el recorte, al deprimir la actividad económica, provoca más déficit y por tanto nuevos recortes, así hasta el infinito porque al parecer resulta demasiado difícil admitir que el camino emprendido no conduce a ninguna parte. En eso el Reino Unido está como España, enfangados ambos países en una doctrina fallida y tramposa que carga todo el peso de la crisis sobre los hombros de la población más débil y además la culpa de los errores cometidos por otros, sean estos banqueros politizados o tiburones de la City londinense. A partir de ahí, vamos con las diferencias. La propaganda define a las Islas Británicas como el paradigma de la flexibilidad y su presunta derivada, la eficiencia. Pero está visto que contar con una normativa laboral de despido semigratuito tampoco garantiza nada cuando la demanda global anda tan deprimida. Tampoco han supuesto un avance significativo las borracheras de liquidez que el Banco de Inglaterra protagoniza en solitario, en este caso por estar fuera del cerrojo del euro. Así que tenemos muchas preguntas sin respuesta, aunque una conclusión categórica: el Gobierno británico no sabe qué hacer con la crisis que heredó y que no ha hecho otra cosa que empeorar con medidas erradas. Seguro que les suena a ustedes de algo.

@JMBethencourt