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Intolerancia – Por Luis Alemany

   

Resultan muy agresivamente significativas las contundentes declaraciones del cardenal Rouco Varela acerca de la actual legislación española sobre el aborto y el matrimonio homosexual, haciéndolas coincidir estrictamente con la recepción oficial en el Vaticano de Mariano Rajoy por parte del papa Paco; en una evidente voluntad -sumamente rotundas- de hacer coincidir las reiteradas reivindicaciones de la Iglesia católica española -a tal respecto- con el encuentro personal del presidente del país así cuestionado y el máximo responsable espiritual del colectivo católico a quien ese cardenal representa en España; en una aparente voluntad de ponerlos a ambos en el brete de pronunciarse a tal respecto, o -cuando menos- a darse por aludidos a partir de sus respectivas entidades representativas y de su común presencia vaticana: una especie de decidida presión parcial que rebasa -con mucho- el ámbito en el que se produce, para inscribirse en un férreo forcejeo de declarados intereses particulares.

En cualquiera de los casos, da la impresión de que esta empecinada actitud del cardenal Rouco pretende confundir, de manera interesada, el culo del protocolo con las témporas de la deseada negociación; pues de todos es sabido -o debería serlo- que esta visita de Rajoy al papa Paco se inscribe políticamente en la recepción oficial, por parte del nuevo jefe de Estado de un país, al primer ministro de otro, ya que esa es la categoría que poseen los presidentes electos de las monarquías constitucionales, como ocurre en este caso: un encuentro que se circunscribe al estricto territorio protocolario del mutuo conocimiento político, soslayando explícitamente (desde su diseñada estructura previa) cualquier acceso a otros territorios litigiosos afines o enfrentados.

Otra cosa sería sospechar (como sospecha uno) que ambos interlocutores de esta recepción vaticana se encuentren mucho más próximos a los planteamientos del cardenal Rouco que a la Constitución española: Rajoy -al menos- así lo ha demostrado reiteradamente, de tal manera que todo parece indicar que si, por él (y los suyos) fuera, ninguna de tales legislaciones cuestionadas existiría; y el papa Paco (que todavía no se ha pronunciado a tales respectos) se encuentra condicionado -para bien o para mal- por una inexorable dinámica vaticana a la que deberá remitirse de una manera u otra: tal vez la torpeza de Rouco haya consistido en empeñarse en explicitar algo que se encontraba implícito para casi todos.