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Paralelismos – Por Mayte Castro

   

Cuando coges en tus manos un periódico, oyes una emisora de radio o ves las noticias en televisión, casi todo son desgracias. La famosa crisis campa a su libre albedrío y se cobra víctimas desesperadas por no poder mantener a sus familias, sus casas o su propia vida. En este país reinan los casos Gürtel, Nóos, Eres,Pokémon, Campeón, etc. España, donde la sanidad y la educación sólo reciben “maltratos”, donde la mayor empresa (por el número de integrantes que la forman) se llama INEM, sólo el deporte parece aflojarnos un poco el cinturón. Cuantas veces habré oído: “El fútbol solo es un juego, un deporte. Vaya tontería que te pongas así”. Puede que tengan razón los que opinan de esta manera, pero si este mundillo te gusta, se convierte en eso, en un mundo paralelo. Lo llegas a ver como un reflejo de la vida misma.

Cuando tu equipo del alma gana, no se te solucionan los problemas, de acuerdo, pero llegas a sentirte más ligero, hasta los lunes se te hacen más llevaderos. Es como si todo se atenuase. No se borra nada, pero se sobrelleva mucho mejor todo. Sin embargo, cuando el resultado es adverso y la derrota se hace presente, parece como si ello fuera una vitamina para los nervios, para el malhumor, incluso para hablar, con autoridad, de la justicia. Un ejemplo lo tenemos en la eliminación del Málaga CF de la Champions. Durante 90 minutos sus seguidores se sintieron en el séptimo cielo. Y en tres minutos cayeron, sin red, al vacío más profundo, al infierno. En 180 segundos la vida pasó del blanco al negro. De la risa al llanto. De la felicidad a la desdicha más absoluta. Del todo a la nada.

No soy malaguista, pero confieso que el partido me dejó mal sabor de boca. Me recordó al CD Tenerife de hace 16 años ante el Schalke 04. Saqué mi manual de la vida y me puse a interpretarlo todo. Por mucho jeque que tenga, el club andaluz era el débil ante una potente escuadra alemana. Por tanto, me posicioné con ellos. Busqué la figura del árbitro, sujeto que se dice reparte justicia, y me encontré juzgándolo yo por permitir que, con el beneplácito de sus cómplices, los asistentes, los goles ilegales se conviertan en legales. Por cierto, visto lo visto, ¿para que carajo sirven los asistentes? La justicia o la injusticia. De estar a quedar fuera mediaron segundos y apreciaciones.

La lección de ese partido que rescato es la siguiente: La máxima no es llegar, sino mantenerse. Una tarea que tiene que saber ejecutar el grupo de Cervera en esta recta final del curso. Lo hecho hasta ahora solo facilita el camino y sirve de faro, pero ni éste es un camino transitado solo por los blanquiazules, ni las bombillas de bajo consumo y larga vida nos aseguran que sean eternas.