Hoy toca hablar de cojeras. Y va sin segundas, que de eso entiendo: en el argot polÃtico estadounidense se denomina pato cojo al presidente que aún sigue gobernando pero sabe que no va a ser reelegido porque su partido no lo va a designar como candidato o porque ya se ha designado a otro, o porque se ha retirado de la carrera. Un pato cojo serÃa, entonces, un presidente con escasa capacidad de influencia real en los acontecimientos del paÃs, un tipo al que, a pesar de multiplicar sus apariciones públicas, sus inauguraciones o sus intervenciones, nadie presta ya demasiada atención, porque el interés sitúa el foco sobre quien ha de sustituirlo, se sepa ya quien es o no se sepa aún. Además, el sistema presidencial en Estados Unidos limita la continuidad como inquilino de la Casa Blanca a dos mandatos seguidos, aunque ha habido alguna excepción a la regla. Esa muy sensata limitación concentra los esfuerzos destinados a la reelección a la primera legislatura, y permite que la segunda -si llega- sea de consolidación de polÃticas a veces apenas esbozadas en la primera. Si no hay nada que perder, uno se siente con las manos libres para gobernar. Es por eso que la segunda legislatura de los presidentes USA suele ser la que mejor define su mandato y perpetua su legado.
No se trata aquà de comparar el sistema polÃtico americano con el nuestro, o la talla de un presidente como Obama con la de uno como Rivero. Tales comparaciones nos hacen caer en la bajeza, y son injustas. Pero quizá deberÃa plantearse por estas latitudes también la limitación a dos mandatos. En Canarias estamos viviendo una situación de bloqueo polÃtico, con un presidente convertido a su pesar en pato cojo por la más que evidente resistencia de su partido a apoyarle para una tercera candidatura, mientras que se esfuerza desesperadamente por volver a repetir como candidato, aplicando gestos y polÃticas que serÃan inexplicables en otro contexto distinto del de la carrera por la reelección, que Rivero es el único que aún cree que puede ganar.
La posición -en clave interna de partido- que Rivero mantiene sobre las prospecciones petrolÃferas es una muestra de cómo un presidente puede provocar situaciones absurdas, como el rechazo del Gobierno a saber siquiera si existe o no existe petróleo, sólo para garantizar el apoyo de los nacionalistas majoreros y conejeros a su candidatura. A pesar de ese inútil esfuerzo, Rivero está ya amortizado. Que repita por tercera vez como candidato es tan improbable como que Coalición tire de nuevo de Román RodrÃguez. Aunque en la polÃtica canaria hemos visto ya de todo.