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Quiebra moral – Por Jorge Bethencourt

   

Esa parte residual de Canarias, que es España, ha mirado siempre por encima del hombro a Venezuela. Ni en las viejas colonias ni en la madre patria se han superado del todo viejos argumentos que en su día enfrentaron a los hispanohablantes del uno y otro lado del charco.

Pero Venezuela es hoy un espejo en el que pueden verse, en realidad aumentada, algunos de los males que nos aquejan. Una sociedad fragmentada, dividida en bloques, que ha perdido la capacidad para reconciliarse y encontrar puntos comunes de entendimiento; un pueblo estragado por la pobreza y la crisis económica y una clase política ocupada en su propia supervivencia.

Lo peor que padece hoy la sociedad española no es la crisis económica, siendo que es una larga travesía por el desierto de la desesperación. Ni siquiera el rebrote del viejo problema de las secesiones territoriales, el particularismo de la periferia o la quiebra del modelo de Estado. Lo peor que nos ocurre es la debacle moral, la ruina en que ha terminado con la confianza colectiva en nuestro propósito como sociedad.

El sentido nacional no adquiere su fuerza en las raíces del pasado sino en el proyecto de futuro. No vivimos por lo que fuimos, sino por lo que ambicionamos ser. España es hoy, como lo fue hace años -Azaña dixit- una vasta empresa de demoliciones. Una colmena encolerizada por el palo de una crisis que provoca la locura colectiva del enjambre.

Los que miran con un falso sentido de la superioridad la postergación de un pueblo como el venezolano, dividido en dos grandes bloques y sobrevolado por la sombra de un caudillismo difunto, harían bien en examinar con ojos críticos nuestro propio ombligo habitado por los gusanos de una pobreza que crece a ritmo imparable, la destrucción de esa clase media que hace prósperas y estables a las democracias y la endogamia de una política preocupada en la quimérica existencia de esa otra realidad que son los titulares de los periódicos.

La crisis económica va a ser más larga de lo que dicen una y otra vez los augures del optimismo. Pero será más corta que la crisis de la confianza, el descrédito institucional y el hundimiento de los pilares de la convivencia. Y mientras a los responsables de la pobreza sobrevenida en fácil encontrarlos como dialéctica en el egoísmo alemán o la irresponsabilidad de la banca de inversiones y el capitalismo financiero, para descubrir a los causantes de la quiebra de España como proyecto de nación no tenemos mas que mirarnos en el espejo de una generación suicida que por desconocer la historia de este país parece decidida a repetirla.

@JLBethencourt