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‘Ra’ y ‘Ru’ – Por Miguel L. Tejera Jordán

   

España no es un país serio, sino un tebeo de carpantas en el que destacan Mortadelo y Filemón, Rubalcaba y Rajoy (en adelante Ru y Ra).

Ru y Ra son como dos niños de guardería que se pelean en el patio a la hora del recreo. Ru le dice a Ra que su bata es más bonita y Ra le contesta que no, que lo es la suya, que para eso está lavada con perlán.

Entonces Ru contrataca diciéndole a Ra que él sabe más de mates y Ra le espeta que no, que él sabe más de mates porque para eso estudia para registrador de la propiedad.

Ra asegura que su chupete es más bueno que el de Ru porque tiene chicle y Ru le contesta que el suyo es de mentol y sabe mejor. Por fin, Ra le dice a Ru que es más guapo porque tiene pelos en la barba y Ru, compungido y lloroso, corre a las faldas de la profe, porque Ra lo ha llamado calvo, a lo que Ra responde que no, que no lo ha llamado calvo, sino alopécico…, que suena más fino.

Entretanto, casi seis millones de parados hacen colas en las oficinas del Inem y cientos de miles en las de los comedores sociales. Unos pocos se llevan los millones a los paraísos fiscales, mientras que a la mayoría nos fríen a impuestos y tasas, a ajustes y recortes, que el país ya no es un país, ni siquiera un tebeo, sino una sastrería con, al menos, dos sastres que no valen un duro.

La verdad es que España no tiene presidente del Gobierno ni jefe de la oposición. El presidente Ra es débil, carece de autoridad, se esconde tras las cortinas de La Moncloa y no cuenta con un ministro o ministra que destaque.

El jefe de la oposición está a lo que está, es decir, a denunciar al Gobierno por no hacer lo que los socialistas tampoco hicieron cuando gobernaban.

Ra y Ru son como dos loros parlanchines, dos cacatúas estridentes, dos cotorras impresentables, dos pajarracos y avechuchos, más dados a la palabrería simplona que a ponerse de acuerdo para sacar el país de este marasmo en el que nos han metido.

Ra está empantanado con los papeles del Bárcenas y Ru no quiere que Eduardo Madina le pise los talones. Los dos piensan en sí mismos. Al pueblo, que nos den… (los lectores ya me entienden).

¡Qué vengan las elecciones!