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Saida de nuevo – Por Juan Hernández Bravo de Laguna

   

¿Es suficiente con decir Saida para que todos sepamos a qué persona nos estamos refiriendo? ¿Habría que añadir que es Saida Prieto, la candidata a Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife que sufrió graves quemaduras durante la Gala debido a los efectos pirotécnicos utilizados en el traje de otra candidata? La memoria popular es muy flaca, y la actualidad informativa que domina en los medios es muy cruel y condena al silencio a los asuntos pasados, por más que en su momento fueran noticia destacada. Ese es el objetivo de los implicados en el accidente -evitable- de la Gala, empezando por el Ayuntamiento, el alcalde y los concejales de Seguridad y Fiestas, responsables políticos de lo sucedido, y eso es lo que hemos de impedir. La mejoría de Saida no debe propiciar el olvido. Los ciudadanos no debemos permitir que deje de ser noticia y que se borre el recuerdo colectivo de lo que pasó, como pretenden los implicados. Tenemos que luchar para que se depuren todas las responsabilidades.

Lo que nuestra clase política nos ofrece en estas ocasiones, con la complicidad de algunos medios de comunicación, es todo menos transparencia, menos información, menos reconocimiento de errores y asunción de responsabilidades (ningún político ha dimitido ni ha sido cesado en el Ayuntamiento, ni lo será). Un cúmulo de mentiras y destrucción de pruebas; de polémicas inútiles y tergiversaciones interesadas; de humo y ruido, que ocultan la verdad. Y después hay que ir a clase a explicar el Estado de Derecho y, encima, procurar que los alumnos no se rían mucho.

La buena noticia sigue siendo que Saida se está recuperando satisfactoriamente de sus lesiones, hasta el punto de que ha sido dada de alta en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, en donde ha recibido la mejor atención posible, y ha podido regresar a Tenerife. Aunque no nos engañemos, en estos casos la convalecencia siempre es larga y va acompañada de intervenciones complementarias de cirugía reparadora o estética, auto trasplantes de piel y demás. Y aquí ha surgido de nuevo la noticia, porque Saida y su familia han manifestado su deseo de que, durante su convalecencia, siga siendo atendida en el hospital sevillano y no en el Hospital Universitario de Canarias. Y como estamos en España, y los políticos españoles, además de no resolver los problemas, se dedican a crearlos de la nada, ha faltado tiempo para que se promueva una falsa polémica sobre que el regreso de Saida a Sevilla no está justificado ya que el hospital universitario tinerfeño cuenta con los recursos técnicos y humanos necesarios para su atención.

Vamos a ver. Ni Saida, ni su familia ni nadie ha cuestionado los recursos técnicos y humanos del Hospital Universitario de Canarias. Se trata de algo muy diferente, muy simple y muy respetable. En las llamadas profesiones liberales, las relaciones de los profesionales con sus clientes o pacientes se han basado siempre en la confianza. Una persona acude a una consulta médica y no a otra, acude a un despacho de abogados y no a otro por una razón de confianza. Y esa confianza no cuestiona para nada la competencia y los medios del resto de los profesionales. Sus causas pueden ser múltiples, desde que a un familiar o un amigo le ha ido bien con ese médico o ese abogado y nos lo recomienda, hasta que nos sentimos cómodos siendo atendidos por él. Y esa comodidad de la libre elección debería ser un derecho no discutido a nadie. Y menos por los propios profesionales liberales. Todavía recordamos la grave inconveniencia que se dio hace unos años en el Parlamento de Canarias cuando un antiguo presidente del Gobierno le reprochó a Jerónimo Saavedra que se tratara con médicos de fuera de las Islas. Y la contundente respuesta del político socialista.

¿Le vamos a negar a Saida ese derecho elemental después de todo lo que le hemos hecho, después de todo lo que ha pasado? ¿Hasta ahí va a llegar nuestra miseria? Saida es una mujer joven, con toda la vida por delante, y junto a los aspectos médicos de su recuperación están unos aspectos estéticos que son absolutamente respetables. Se ha sentido bien tratada y cómoda en Sevilla, y tiene miedo de cambiar. Prefiere lo conocido a lo bueno por conocer, y, encima, lo conocido es bueno. En lugar de atizar falsas polémicas y corporativismos de baja estofa, nuestros políticos deberían dedicarse a resolver algún problema de vez en cuando. Y a exigir que se asuman las responsabilidades políticas del caso de Saida y de todos los casos.

Porque en la sanidad canaria o, más exactamente, en la política sanitaria del Gobierno de Canarias hay demasiadas zonas de sombra y lados oscuros. El primero de ellos el tratamiento del problema de las cardiopatías congénitas infantiles, que hace varias semanas produjo la triste noticia del fallecimiento de una bebé en Tenerife, una bebé que, inexplicablemente, permaneció una semana en la isla sin ser trasladada a Madrid, en cuyo hospital de La Paz la estaban esperando para operarla de urgencia.

Cuando un político se limita a robar, es grave, aunque, como suele decirse, solo es dinero. Pero cuando de su negligencia o su sectarismo se pueden derivar presuntamente muertes y quemaduras, las cosas no pueden -ni deben- quedar así. Los ciudadanos no debemos permitirlo.