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Sonría, no pierde nada – Por César Martín

   

En tiempos de Bárcenas, Undargarines y Franciscos no queda espacio para la alegría. Una tristeza orquestada nos invade. Allá, en las Américas de nuestros abuelos, un taxista costarricense me contaba que en su país se vive como hienas, comiendo mierda pero cagados de risa. Acá, en la Europa de nuestros padres, solo comemos porquería. De la risa ni hablar. Hemos perdido la alegría de vivir. Los suicidios han aumentado en una sociedad marcada por la frustración que conlleva no alcanzar la tierra prometida. Nos vendieron un mundo de ilusiones, una disneylandia donde todo era posible. Casa, coche, viajes, una vida plena, todo eso y mucho más al alcance de cualquier bolsillo. Lo veíamos en la tele, crecimos con el modelo americano de los 80. La hora de Bill Cosby, Fama o Los problemas crecen nos dieron lecciones de lo que supondría una vida feliz. En los 90 lo conseguimos y llegamos al éxtasis con el “España va bien”.

Ahora todo parece oscuro, agrio y sinsentido. Contemplamos suicidios atroces que, aunque nos abofetean, no logran hacernos despertar. No conseguimos encontrar la solución a tanta apatía. Atrás quedaron las historias de la guerra de nuestros abuelos, de cómo emigraron o se enfrentaron a situaciones que abocaban al fracaso y al hambre. Hoy, con muchos más recursos que entonces, nuestra sociedad se resquebraja. Quizás habría que empezar a transmitir un mensaje positivo, renovador. No hablo de huir de la realidad, ni de ser inconscientes, eso ya nos pasó. Simplemente empezar a vivir de otra manera que tal vez no solucione los problemas, pero que al menos nos permita tener la actitud para enfrentarnos a ellos. Podríamos empezar por sonreír, dicen que tiene efectos beneficiosos para la salud física y mental. Es responsabilidad de todos transmitir esa alegría de vivir. Sonría al vecino, al compañero de trabajo, a su pareja. Pruebe, no pierde nada .

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