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Ya era hora (con el Sahara) – Por Juan Carlos Acosta

De histórica puede calificarse la solicitud que elevará el próximo lunes Estados Unidos al Consejo de Seguridad de la ONU para que su misión en el Sahara Occidental, la Minurso, vigile estrechamente el cumplimiento de los derechos humanos en la región. Al margen de reconocer al actual presidente de este país norteamericano, Barack Obama, su valor para ejecutar el tan esperado golpe de timón a las relaciones exteriores y su respeto, casi inusual en sus predecesores, a la parte más débil en este y otros procesos del mundo, como el de Oriente Medio, también hay que consignar que, como era de esperar, la noticia ha sentado como un tiro en el palacio real de Rabat. El rey Mohamed VI ha pasado una semana convulsa de reuniones con sus consejeros y estrategas sin poderse creer este primer coscorrón en los 38 años de andadura, de cerrojos, portazos, torturas, encarcelamientos y abusos de toda índole contra la población antes española, en medio de la más absoluta impunidad internacional. Por lo pronto, el único monarca que queda en el norte de África ha hecho saber al secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, que suspende las maniobras militares conjuntas programadas para finales de mes, al tiempo que se refiere a la iniciativa como de actuación unilateral de la diplomacia de Washington. Lo cierto es que si Obama ha dado el primer paso, no es menos oportuno recordar ahora la tibia e interesada actitud que España ha mantenido tradicionalmente en este conflicto desde su impresentable huida en las postrimerías del franquismo, porque todavía sigue siendo la Potencia Administradora del territorio, y esperar con los dedos cruzados que el resto de países del Grupo de Amigos del Sahara (Francia, Reino Unido y Rusia) secunden esta posición, esgrimida ya recientemente de forma un tanto tenue por el Parlamento Europeo. No obstante, la resolución que pide la Casa Blanca también cita los desmanes del Frente Polisario en los campos de refugiados de Argelia y los incluye en su petición de un nuevo mandato de supervisión de la ONU para la celebración del referéndum que nunca llega. Está claro que Marruecos avanza en muchos aspectos económicos y sociales, pero asimismo lo es que se convirtió en un socio harto privilegiado de Occidente en esta parte del continente por múltiples conveniencias que no vienen a cuento. Hay que exigir al régimen vecino que termine de echar sobre la mesa sus cartas y que dé pasos decididos en materia de derechos de las mujeres, la infancia y diversas minorías que siguen padeciendo la brutalidad de costumbres que debieran haber quedado ancladas en el siglo pasado, así como en la consolidación de otros ejercicios indiscutibles para la democracia, como la libertad de prensa. Ya es hora.