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La afición vibró con el triunfo del Club Deportivo Tenerife

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LUIS DE LA CRUZ | REPORTAJE FOTOGRÁFICO: SERGIO MÉNDEZ Y FRAN PALLERO | Santa Cruz de Tenerife

La afición se organiza sola. 16.546 gargantas animaron al Tete, con el único objetivo de devolverlo al fútbol profesional. Más de uno quiso estar pero no pudo porque el club se equivocó al obligar a los abonados a pasar por taquilla en los tiempos que corren.

Desde muy temprano la Ciudad se tiñó de blanquiazul. Más de 1.000 personas se personaron en la puerta del Estadio por donde entran los jugadores. Gritos de ánimo, con la única meta de meter adrenalina en el cuerpo y demostrar que ayer el equipo jugaba con 12. 11 jugadores y toda una provincia demostrando que cuando se necesita el respaldo popular dan la cara.

A las 10.30 horas con todos los efectivos en el vestuario. Comenzó la procesión. Una riada humana subía de prisa a recibir al equipo contrario. Presión y más presión. Un ambiente hostil y miedo escénico: funcionó porque los catalanes salieron con las piernas agarrotadas y sirvió para que Luismi marcara el primer gol.

Buen ambiente. Fiesta en el Estadio y recibimiento a lo grande. Nuestra gente está acostumbrada a ponerse el mono de trabajo para llevar en volandas a un equipo que realizó, posiblemente el partido más serio de la temporada.

Marcar pronto era vital. Una falta ejecutada por el maestro; levantó al público de sus asientos. Desde la grada de Tribuna se escuchaba, a más de uno decir: “Loro marca las diferencias en esta categoría y este año quiere ascender al equipo”. Desde Popular se encendían las bengalas y más de uno bajaba más de cuatro filas celebrando el gol. Desde Herradura se escuchaban los coros y seguían las instrucciones desde Popular para que el Estadio fuera un clamor. Desde San Sebastián, la grada más vacía, sus inquilinos empujaban y tiraban del carro. Anfiteatro, que era una alfombra, la gente se lo pasaba pipa y animaba sin parar: demostrando una vez más que en Tenerife, su afición es de Primera División.

Mandó a parar

El descanso; hora de bocata y análisis de la primera parte. Todo el mundo estaba contento porque el equipo manejaba a la perfección, aquella mítica frase de Jorge Raúl Indio Solari: “la teoría de la sábana; para que el equipo funcione no le debe entrar frío ni por arriba y tampoco por debajo”. La defensa estaba muy seria. Arriba, Loro era desequilibrante, mientras que Aridane estaba inmenso abriendo hueco a sus compañeros. El bocadillo de un mordisco y el refresco de un buche. Comenzaba la segunda parte y todo el mundo quería más. Una bicicleta, otra, pa’dentro del área y golazo de Raúl Llorente o más bien Roberto Carlos o también Rafa Gordillo. Vaya golazo del madrileño y más de uno casi le rompe el cogote al compañero de al lado, de los abrazos que se sucedieron en cada una de las gradas del Estadio. “Sí se puede” era en esos momentos el grito de guerra. La gasolina extra que necesitaba el equipo para lograr la hazaña y encarrilar la eliminatoria en casa.

Más euforia todavía: La entrada de Suso daba más vida a la hinchada que está totalmente identificada con el jugador de Taco. Le pueden salir bien o mal las cosas pero siempre deja toda la energía en el campo.
El equipo estaba asentado en el campo y el Hospitalet no tenía vías de respiro porque el centro del campo blanquiazul no daba tregua al rival. Lo mejor y, también lo peor estaba por llegar. Entró en el campo para seguir con la labor de contención de Alberto y se fabricó él solito un golito de bella factura. David Medina tiró de galones para poner el 3-0 en el marcador. El delirio se apoderó del Heliodoro Rodríguez López y nos adentramos en el Atlántico. La ola se sucedía, una y otra vez, en el Estadio. Ambiente festivo como diría Jorge Alberto Valdano, besos y abrazos, pero también cautela porque un gol del rival sería un resultado trampa para el choque de vuelta.

Es cierto, que quien dijo que los partidos duran 90 minutos nunca faltó a la verdad. En el 88, un jugador contrario con un apellido muy parecido a atrevido; Osado ponía el 3-1 en el marcador, que al final fue definitivo. No hubo cabezas bajas y tampoco lágrimas porque los aficionados no pararon de animar en los tres minutos que quedaban para que el Tenerife terminara con ese resultado.

La gente salió muy contenta del Estadio porque los jugadores lo dieron todo; el alma de uno y de otros conectaron para llevar ventaja en la eliminatoria y salir del pozo, donde el club está inmerso desde hace dos años. Unos para Tacoronte, otros para Los Silos; muchos se quedaron en la capital, pero el Tenerife demostró ayer que es más que un equipo: un sentimiento.

Mucha ilusión

Llevan razón, los que dicen que las eliminatorias son de 180 minutos. Un partido de ida y otro de vuelta. Uno en casa y otro fuera. Como sea, pero la gente está muy animada y es probable que más de 1.000 aficionados se den cita este domingo en tierras catalanas para animar al Tete. La garganta, más de uno se la va a romper y tirar del carro no será problema para los que acompañen al Tenerife.

Existe cautela y la afición del Tenerife es muy madura. Nadie ha comprado foguetes para el domingo, pero la gente ya está comprometida para ver el partido por la tele y que Tenerife se convierta en una fiesta.

No es un tópico, sino una auténtica verdad. La afición es el principal activo del Tenerife. Dan la cara, cuando su equipo lo necesita. Una vez más fueron de Primera División y la junta directiva tendrá que premiarlos algún día. Quedan 90 minutos para la gloria. Seguro, que el lunes en estas mismas páginas contaremos el ascenso del Tete.