X
Santa Úrsula >

El búnker de La Quinta: conexión con la Segunda Guerra Mundial

   

Bunker La Quinta - Santa Úrsula

El radio de acción de este sistema de defensa llegaba hasta la costa de El Sauzal. / DA

LUIS F. FEBLES | Santa Úrsula

El curso de la historia pudo cambiar en Tenerife. Al menos, escribir un capítulo diferente capaz de alterar el panorama geoestratégico del belicoso periodo de la primera mitad del siglo XX.

Como si se tratara de una exorbitante tabla de ajedrez, el norte de la Isla estaba inmerso en un juego político y militar que tenía en la costa del valle de La Orotava y Acentejo una conexión clave para las potencias que se enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial por la hegemonía del mundo.

Corría el año 1939, terminada la Guerra Civil, el dictador Francisco Franco declara a España neutral en el gran conflicto internacional. Pese a la presunta imparcialidad en dicho enfrentamiento y teniendo en cuenta las simpatías del país por el bando alemán e italiano, se diseñó un plan defensivo poco estructurado pero donde se pretendía defender los principales puntos neurálgicos de Tenerife ante una remota invasión de los aliados.

En un apasionante viaje al pasado, DIARIO DE AVISOS recorre junto al historiador Francisco Javier León, la historia de la decimoprimera Batería Quinta Roja, una estructura militar situada en la zona de Los Lirios, en el municipio de Santa Úrsula, encargada de vigilar gran parte del litoral norte ante una eventual invasión durante la lucha entre los aliados y las potencias del eje.

Tal y como explica el autor del libro Santa Úrsula en el marco de la Segunda Guerra Mundial: la 11ª Batería Quinta Roja, en el año 1941, en un antiguo emplazamiento militar, Franco decide artillar con dos cañones esta fortificación para así hacer frente a cualquier tipo de desembarco que se produjese en las playas del Puerto de la Cruz, que por su configuración menos accidentada eran más susceptibles de ser utilizadas.

Bunker La Quinta - Santa Úrsula

Perfecta panorámica para observar al enemigo. / DA

FUNCIÓN PROTECTORA

“Realmente nunca cumplió una función defensiva con condiciones de garantía dado que se artilló con material obsoleto, inservible, con unos cañones de 150 milímetros que databan de finales de siglo XIX. Hay que dejar claro que su cometido fue simbólico; un ataque aéreo lo hubiera destrozado”, explica.

Sobre su evolución y uso real, León argumenta que “finalmente se desartilla en 1957, aunque cuando comienza la Guerra Fría, quizá la posible invasión comunista mantenía algo de tensión política, pero desde que se desarmó a principios de la década de los cincuenta sirvió para que los civiles cumplieran el servicio militar”.

Si bien actualmente se encuentra en un visible estado de abandono y sin placa identificativa de patrimonio, prestigiosos militares de la época estuvieron al frente de este camaleón de hormigón, destacando la figura del capitán José García Borges, quien estuvo al mando de la misma al comienzo de su artillado y cuya amistad con el científico Telesforo Bravo fue conocida.

Este personaje clave dentro de la intrahistoria de este emplazamiento militar tuvo una fuerte e importante vocación arqueológica. Algunos de sus hallazgos de tipo prehispánico se encuentran actualmente conservados en el Museo Arqueológico de Puerto de la Cruz.

La interesante vida de este vestigio que todavía sobrevive al paso del tiempo tuvo su caducidad funcional en el año 1957, en donde jugó un papel decisivo la figura del histórico alcalde portuense, Isidoro Luz Carpenter. “El enclave se encontraba localizado en una antigua finca de plátanos propiedad del sempiterno político. Como consecuencia del desarrollo de la roturación de tierras, se incide sobre el ejército para que retire los cañones y se pueda seguir desarrollando este proceso agrícola. Los militares vuelven a entregar la tierra y efectúan el desarme completo de la batería”, apostilla Francisco Javier León.

Toda la explanada originaria de la estructura desapareció, permaneciendo hasta hace pocos años dos de los pasillos que daban acceso a las piezas artilladas.

La maleza ocupa a día de hoy gran parte de las instalaciones llamadas a ser el custodio del norte de la Isla en aquellos tiempos donde las miradas que oteaban el Valle lo hacían con el temor propio de quien espera la llegada del enemigo. La historia que pudo ser y no fue.

Bunker La Quinta - Santa Úrsula

Parte inferior del fortín, totalmente descuidada. / DA

CLEMENTE PADRÓN

Las leyendas urbanas sobre el papel de esta fortificación han sido numerosas. Tanto o más que el uso indebido y la poca protección que este recuerdo militar recibe por parte de las administraciones competentes. Grafitis y pintadas de todo tipo envuelven gran parte de la fachada exterior de la batería. Sin embargo existen historias personales, figuras que en algún momento de su vida han formado parte del fortín. Es el caso de un familiar del maestro y amante de la historia militar, Pedro Luis Pérez, quien contó a este periódico la experiencia de su tío abuelo en dicho emplazamiento. “Clemente Hernández Padrón, natural del municipio de La Orotava, formó parte del regimiento mixto de artillería número 7, presente en la batería durante el año 45. Me interesa mucho esta etapa de la historia y mis vinculaciones familiares con La Quinta; sería conveniente proteger más este entorno”.