¡Te asombraría saber la cantidad de personas que me solicitan procesos de coaching para superar rupturas sentimentales! No obstante, hay una constante que no falla prácticamente en ninguno de los casos: el motivo definitivo de la ruptura, haya pasado lo que haya pasado, es siempre un fallo en la comunicación. O bien se dijeron ciertas cosas, o bien no se dijeron, o bien si se dijeron, se dijeron mal: ten en cuenta que solo el 7% de lo que comunicamos son palabras. El 93% es cómo las pronunciamos. O sea, lo que duele es la manera de transmitirlas (con ironía, con sarcasmo, con desprecio, con indiferencia, con resentimiento…). La misma frase pronunciada en un tono diferente generará un mensaje completamente distinto. Por tanto, es importante vigilar cómo decimos las cosas más que el propio contenido del discurso.
Esto también es aplicable a nuestro diálogo interno (o sea, aquello que nos decimos a nosotros mismos para interpretar lo que nos sucede) ya que es lo que genera nuestro estado de ánimo. A su vez, el estado de ánimo se refleja en nuestro cuerpo con sensaciones muy claras que cuando implican emociones profundas se centran en el pecho, razón por la que hablamos de tener “el corazón roto”. También he observado otro fenómeno: cuando la persona me explica cómo era su relación con su expareja a veces me revela que estaba tratando de “modelarla” para que encajara en una determinada “plantilla ideal” que se había figurado a priori, y los problemas aparecieron cuando la otra persona reivindicó su derecho a ser ella misma. Entonces, ¿se querían tal como eran o inconscientemente estaban buscando convertir al otro en otra persona idealizada y, por tanto, irreal?