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Messi – Por José David Santos

Le tocó a él por algo. Ser el mejor, el número uno, el referente, te convierte también en el blanco de acciones ejemplarizantes. A Messi se le ha acusado de algo que, curiosamente, se admite que pasa con muchas estrellas del deporte, la música o el espectáculo. Con anterioridad por algo similar fue señalado Eto’o o Luis Figo, que pagaron la multa y fueron parte del noticiario (de los de madrugada más bien). En esta ocasión los que esperaban al argentino en la bajada se han dado gusto, sobre todo, en estos tiempos en los que la crisis y la furia lo embadurnan todo. En todo caso Messi no tendrá ni idea de lo que se le acusa y serán sus asesores o su representante (algo delicado porque es el padre del jugador) los que han metido la pata. Pero es más fácil titular con Messi que con ellos. En todo caso, lo curioso es que en el mismo día del bombazo sobre el barcelonista, se hizo público que Bárcenas, el extesorero del partido más mentado de la historia, también defraudó al fisco. El exdirigente del PP posee así otra muesca más en su particular revólver de irregularidades. No creo que ni Messi ni Bárcenas sean condenados a cárcel por la evasión fiscal que se les imputa (el del PP igual por otras cosas), pero si jugásemos a elucubrar una condena de presidio para ambos, ¿se reaccionaría por igual? Evidentemente, no. Lo de Bárcenas se aplaudiría y se diría que está bien que termine con sus huesos en Soto del Real. En cambio, con Messi, siendo igual de culpable, estoy convencido de que habría manifestaciones para su puesta en libertad y reclamando su inocencia. Disculpar a Messi está mal y condenar a Bárcenas también, pero es más que humano justificar el error del primero y ser implacable con el segundo dados los antecedentes de quién es uno y quién el otro. Lo ideal, lo justo, es que los dos tuvieran el mismo trato, las mismas oportunidades y las mismas posibilidades de defenderse en la esfera pública y en la de los palacios de Justicia. Pero no. Si es así entre dos mediáticos, imaginen la comparación con un señor o señora de a pie. Ahí sí que no hay escapatoria y está todo clarísimo; la justicia no es igual para todos.

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