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Orgullos resignados – Por Rafael Lutzardo

La Asociación Kairós Tenerife es vida, esperanza y necesidad imperiosa para más de 1.800 personas, distribuidas en 540 unidades familiares y con más de 500 menores de 12 años; todos ellos necesitados de todo tipo de recursos. Sin duda, toda ONG que se preste a la ayuda de los más necesitados merece el máximo reconocimiento y respeto.

Días pasados, junto a mi amigo y periodista, Cirilo Leal, tuvimos la oportunidad de vivir en directo el reparto de bolsas de comidas en la Iglesia Evangélica de Los Gladiolos.

Fuimos espectadores de excepción, observadores de las miradas; de los latidos de los corazones de cada grupo de personas que entraban de forma ordenada y de todo aquello que anteriormente era orgullo y estatus social, ahora convertido en humildad y resignación, pero sin perder en un solo instante la dignidad como personas.

El equipo de colaboradores de la Asociación Kairós Tenerife, que tan generosamente coordina su director, Benjamín Barba, es digno de admirar y valorar. Personas que realizan un trabajo lleno de amor y de manera altruista; recibiendo a los más necesitados con una sonrisa y amabilidad, aunque el dolor y las penas las llevasen en el interior de sus corazones.

La tarde se hacía larga y llena de emociones. Los alimentos, unos cinco mil kilos, ya se hacen pocos para tantas personas. Esta asociación trabaja denodadamente para conseguir alimentos, con el objetivo de seguir ayudando al pueblo tinerfeño.

Cada miembro pierde muchas horas de estar con sus familias, pero no regatean en esfuerzos algunos para estar en cualquier rincón de la isla reivindicando ayudas para los más necesitados, que cada vez son más.

La cola humana se hacia notar en los exteriores de la Iglesia Evangélica de Los Gladiolos. Semblantes serios y resignados. No son ya los indigentes los que piden ayudas alimenticias y económicas. También, y en una gran mayoría, la clase media alta. Y eso si que es preocupante. La Asociación Kairós Tenerife no quiere protagonismos.

Los protagonistas son un pueblo que se ve inmerso en la pobreza y sin tener la esperanza de ver luz al final del túnel. Un pueblo, saqueado por los sistemas políticos que han llevado a la desaparición de la clase media. Ahora, el rico es más fuerte y el pobre, más débil.