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Sin ánimo de ofender – Por Óscar Herrera

La manera de perder del CD Tenerife en Vitoria no gusta. Es de esos encuentros en los que se nota que hay poco en juego, a pesar de que se esté disputando el ser el mejor equipo de Segunda B esta temporada, pero está claro que es un objetivo que no da la suficiente motivación para afrontarlo de una manera más intensa. Soy de los que piensa que estos encuentros a estas alturas de la temporada ya sobran. El año ha sido de una carga emocional tan grande que cuando consigues el verdadero objetivo, este añadido a la liga no tiene lugar de ser. El futbolista ha sufrido ya una descompresión psicológica que lo hace parecer peor jugador de lo que realmente es. Da igual que hayas sido titular habitual o que hayas sido de los que menos han jugado. Es por ello que competir como si te fuera la vida en este tipo de encuentros es imposible. Por eso no tiene casi ninguna trascendencia este título. ¿Quién se acuerda de la selección que fue tercera en el Mundial de Sudáfrica? ¿De qué sirve un título de campeón de Segunda División B?

Son preguntas fáciles de responder en ambos casos. Casi nadie recuerda a los ganadores del premio de consolación, ni siquiera casi nos acordamos de los segundos o subcampeones de algo. Pocos recordarán quiénes han sido los campeones de la categoría de bronce del fútbol español en los últimos cinco años, con lo que ser o o el mejor equipo de Segunda B es anecdótico cuando el premio gordo ya te lo has llevado para casa una semana antes. No se trata de salir a un partido a pasearte. Un jugador es profesional las 24 horas del día y para partidos amistosos o de competición, pero en este punto concreto, los atenuantes del CD Tenerife son muchos como para disculpar y comprender una muy floja puesta en escena en el choque del pasado domingo en Vitoria. Dice Cervera que de este partido también saca conclusiones; “buenas y malas”, apostilló en la sala de prensa del estadio de Mendizorroza el entrenador tinerfeñista. No lo dudo, porque como responsable de esta plantilla debe analizar las cosas desde un prisma diferente a los demás. Pero siendo un Tenerife distinto al que hemos visto durante todo el año, creo que el míster del Tenerife no debería ser muy exigente con la menor intensidad que tuvieron sus jugadores en campo vasco.

Empezando por el hecho de que él fue jugador antes que entrenador, y algún partido de características similares habrá tenido que afrontar en su etapa como futbolista. Ahora la responsabilidad es mayor, si cabe. Es cierto, y como jefe de grupo debe mantener viva la imagen de equipo solvente y competente en cualquier escenario y situación posible. Pero en estos partidos de propina de una temporada brillante, no debería quedar como una mancha un traspies en plena resaca.