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Madeira, el jardín del Atlántico

Madeira
Una de las tradicionales ‘Palhoças’ que se conservan en Santana. / DA

JUAN J. GUTIÉRREZ | Santa Cruz de Tenerife

El archipiélago de Madeira tiene tantas cosas en común con Canarias que el viajero puede hacer en cada rincón una comparación con un lugar de nuestra geografía. Ofrece al visitante un destino tranquilo y natural, con lugares para relajarse y olvidarse del ajetreo diario, a la vez que cautivador, por su abundante vegetación debido a las condiciones climáticas, donde destaca la grandiosidad de su bosque de laurisilva, reconocido por la Unesco como patrimonio natural mundial, el cual conserva la pureza de hace miles de años (el de mayor extensión de la Macaronesia) y dura orografía con escarpadas laderas que se pierden entre la bruma, barrancos y valles con una belleza deslumbrante y espectaculares acantilados que caen sobre el mar.

Para quien le guste un turismo activo en pleno contacto con la naturaleza, la isla de Madeira cuenta con una variada oferta de actividades en las que la estrella son las caminatas a pie o en bicicleta por las veredas junto a las levadas (las atarjeas escavadas en el suelo de la ladera que transportan el agua del norte al sur de la isla para el consumo humano y la agricultura). Existen unos 2.200 kilómetros de levadas formando una red de senderos que facilitan una experiencia relajante en lugares hermosos, con cautivadores riachuelos y alguna cascada.

Madeira
Caminar junto a las ‘levadas’ es una de las actividades propias. / DA

Las rutas más conocidas son la del Rabaçal, las 25 Fuentes, las Queimadas hasta el Caldeirão Verde, el de Ribeiro Frio a Portela o la de dos Balcois. Otros discurren por la costa como la de Punta de San Lorenzo o el camino de la Costa de San Jorge, o se adentran en las cumbres de la isla como el de Pico do Areeiro hasta Pico Ruivo. Recorrer los parajes de la isla en un 4×4 permite vivir una experiencia inolvidable alejada del turismo tradicional. El montañismo, la escalada o el barranquismo también son recomendables.

Costa Norte de Madeira
Una panorámica de la costa norte de Madeira desde el mirador de la Quinta do Furao. | DA

Las actividades deportivas ligadas al mar son enormes. Desde el buceo para descubrir su variada vida submarina, la pesca deportiva, el avistamiento de delfines, cetáceos y la foca monje, o las excursiones en barco donde se podrán ver sus escarpados acantilados, calas de callaos, caletas y piscinas naturales volcánicas como las de Porto Moniz o Seixal similares.

La isla cuenta con dos playas artificiales en Calheta y Machico, muy concurridas por los madeirenses y visitantes. Sin embargo, en la isla de Porto Santo se puede disfrutar de playas de arena dorada y aguas cristalinas de tonalidades turquesas con propiedades terapéuticas únicas. La segunda isla del archipilélago tiene 6 kilómetros de ancho y 12 de largo (de los que 9 son una playa virgen). En el extremo sur de la isla frente a la Calheta podemos ver el Islote de Baixo, conocido como Islote da Cal, ya que acogió en su tiempo ricas minas de este producto. También puede realizar una excursión por el interior de la isla conociendo sus bellezas más desconocidas. En la capital puede visitar la casa museo donde Cristóbal Colón vivió durante varios años preparando sus viajes al nuevo continente. Pocos conocen que Colón se casó en Porto Santo con Filipa, hija del descubridor de Porto Santo. En su interior podrá ver los diferentes viajes del descubridor, mapas de los siglos XV y XVI, además de maquetas de barcos de la época, grabados históricos, que representan visiones románticas de la llegada de los europeos a las Indias, así como lingotes de plata, monedas holandesas, españolas y mejicanas, objetos de todo tipo, culebrinas y armas procedentes del naufragio de un galeón de la Compañía de las Indias holandesas.

Porto Santo islote de Baixo o da Cal frente a Calheta
La playa de Porto Santo con el antiguo embarcadero y al fondo el islote de Baixo o da Cal frente a Calheta. | DA

Debido a la bondad de su clima, Madeira cautiva por su abundante y variada flora y vegetación que crece naturalmente. En los márgenes de carreteras y laderas se pueden ver agapantos o lirios africanos azules o blancos, helechos o flores de mundo, y en sus jardines azucenas, rosas, margaritas africanas, orquídeas, acacias, hibiscos, magnolias… La influencia inglesa se nota en los cuidados y espectaculares parques y jardines públicos y privados junto a palacios o quintas señoriales magníficamente conservadas que ofrecen una amplia variedad de plantas y flores exóticas de todo el mundo. Muchas de las mismas se han transformado en alojamientos de cuatro y cinco estrellas.

Uno de los mayores encantos de Funchal es subir en el teleférico que conecta la capital y la colina de Monte, donde se encuentran unos jardines espectaculares y la iglesia de la patrona de la isla. Tras subirnos en la estación situada en el Parque Almirante Reis, en la zona antigua de la ciudad, durante el trayecto disfrutamos de unas magnificas vistas sobre la capital y la bahía de Funchal camino de la cima. El visitante se encuentra a pie de teleférico los Jardines tropicales de Monte Palace, situados en la preciosa colina y rodeados de impresionantes vistas. Es un lugar lleno de historia, hotel de lujo en el siglo XVIII ahora se ha transformado en un encantador jardín y un museo perteneciente a la Fundación Bernardo con infinidad de obras y esculturas que pueden ser visitadas. En la misma montaña también se puede visitar el Parque Municipal o la Quinta do Monte o de Jardins do Imperador (por alojar al emperador Carlos I de Austria y su familia en su exilio), son lugares llenos de historia donde reina la paz. Un teleférico une Monte con el Jardín Botánico con vistas sobre la Bahía de Funchal y el Río de João Gomes.

También hay otros cinco teleféricos o ascensores panorámicos repartidos por toda la isla con unas vistas espectaculares que quitarán la respiración.

Madeira
El descenso de carros de Monte a Funchal se realiza desde 1850. / DA

Al pie de las escaleras que conducen a la Iglesia de Nossa Senhora do Monte se encuentra una de las atracciones más conocidas de la isla, el descenso en el carro de cesto de mimbre. El de cesto que va sobre maderas a modo de trineo, empujados y maniobrados por dos madeirenses. En su origen era un veloz medio de transporte con el que los habitantes de Monte bajaban a Funchal desde 1850. El trayecto turístico colina abajo hasta Funchal se realiza en apenas 10 minutos, en el que se recorre un total de 2 kilómetros y que alcanza una velocidad de casi 50 kilómetros/hora.

El Mercado dos Lavradores es otra visita obligada en Funchal. A la entrada está el mercado de las flores, un auténtico festival de colores, donde se exponen la gran variedad y riqueza floral de la isla. Los puestos son atendidos por algunas floristas que se visten con el traje típico regional.

El mercado cuenta con varios puestos de artesanía en los que destacan los famosos bordados y el mimbre. Los bordados a mano son reconocidos en todo el mundo por ser uno de los más finos de su estilo y con una amplia historia. Inicialmente era el pasatiempo campesino pero en la década de 1860, comenzó a venderse en Londres con gran éxito. Como en Canarias, la calidad del mantel se ve por el número de vueltas que tiene el hilo. Por su parte, la artesanía de mimbre también tiene una gran importancia y tradición en Madeira, un arte que se está perdiendo ya que se ha transmitido de padres a hijos. Se trabajaba el mimbre para realizaban utensilios para la casa y la agricultura, todo tipo de cestos, bolsos, sombreros, para forrar botellas o recipientes, además de sillas, mecedoras o sillones.

La escarpada orografía madeirense hace que los agricultores siembren sus cultivos en terrazas desde los acantilados y laderas de los barrancos hasta la cumbre. Las huertas ofrecen una gran variedad de productos donde las estrellas son las batatas y las papas, ambas de diferentes variedades y que pueden recolectarse durante el año hasta en tres ocasiones, además del millo o la cebolla. En una actividad casi de autoconsumo también se encuentran decenas de verduras y hortalizas como pimientos o judías. Los vendedores ofrecen al visitante degustaciones de los frutos tropicales que se pueden encontrar en la isla con sabores exóticos como el maracuyá (de naranja, de limón, de piña), el fruto de la monstera deliciosa (cerimá o costilla de Adán), el mango, la chirimoya, la piña tropical y diferentes variedades de plátanos y bananas. Además también hay frutos secos, higos e higos chumbos o tunos, mango, papaya y coco, además de flores y frutos caramelizados.

Funchal desde la bahía
Una vista de Funchal que nace a la orilla del mar y cuyas casas se pierden camino de la cumbre entre el mar de nubes. | DA

En la lonja se aprecia el excelente pescado y marisco de sus aguas que son fundamentales en la gastronomía isleña. Entre los más típicos se encuentran en sus diferentes formas de elaboración el pez espada preto (conocido en Canarias como conejo diablo y en España como sable negro) y el atún. Bacalao, la vieja, chicharros, bodiao, pargo, lapas o pulpos, también son muy codiciados.

Mención especial se merecen el cultivo de la caña de azúcar y el vino. El cultivo de la caña de azúcar fue el impulsor de la economía de Madeira en los siglos XV y XVI, al igual que en Canarias. Gracias a la floreciente industria azucarera la economía local creció y con ello su patrimonio. Su introducción atrajo a la isla a comerciantes judíos, genoveses y portugueses. Su cultivo fue el motor de la economía de la isla, motivando la llegada de esclavos procedentes de Canarias, Marruecos, Mauritania y África. Como en nuestro archipiélago, su declive debido a la pujanza de las explotaciones procedentes de América.

Vinos Madeira Blandys Old Lodges
Cuatro variedades de vinos que produce la histórica bodega Blandys Old Lodges de la Madeira Wine Company. | DA

La producción vinícola es de gran importancia, ya que el vino de Madeira es famoso en todo el mundo. Plantadas por los primeros colonizadores, fueron los jesuitas los primeros en comerciar con el vino de malvasía en plena competición con los caldos de Canarias. Sin embargo, fueron los ingleses, en la segunda mitad del siglo XVIII, los que impulsaron las exportaciones del vino de Madeira. Se sembraron otras variedades como el sercial, verdello o el boal que, junto a la tinta negra mole, son la base de los vinos locales que inicialmente se consumían jóvenes como los canarios, pero evolucionaron hacia a caldos más licorosos (añadiendo alcohol vínico) de 18 a 22 grados y gracias al proceso de envejecimiento a temperatura ambiente debido al calor y la humedad han evolucionado a vinos dulces, semidulces y semisecos para servir como aperitivos o en la cocina. Debido a la notable mejora de las comunicaciones por carretera actualmente cada agricultor vende la uva a las bodegas, pero anteriormente lo elaboraba en su propia casa y se transportaba en recipientes de piel de oveja o cabra denominados borrachos con una capacidad de 40 a 60 litros litros por una cuadrilla de borracheiros.

El casco antiguo de Funchal ofrece una amplia representación de la arquitectura de la isla en sus diferentes etapas. Fortalezas para proteger a la ciudad de los ataques de piratería, palacios, casas señoriales, plazas, jardines, con calles peatonales que guardan una enorme vida. Entre los edificios religiosos de la ciudad destaca la Catedral Sé que cuenta con una espectacular cruz de plata.

La zona histórica de la ciudad de Funchal, más conocida por Zona Velha, ha sido dinamizada transformando esta área en una galería de arte permanente con la ayuda de diversos artistas invitados que muestran sus obras en las 200 puertas y algunas fachadas de Rúa de Santa María.

Traje tipico de Madeira
Una mujer con el traje típico de Madeira. | DA

La ciudad de Santana es un importante destino turístico por sus tradicionales casas de forma triangular, las Palhoças, cuya visita es imprescindible. Muy parecidas a las de Pinolere, las casas son de madera y con un tejado a dos aguas de paja, en la parte de abajo vivían sus moradores y la de arriba tenían una zona de despensa. Alguna de las casas está habitada. También se puede visitar el parque temático de Santana, dedicado a la historia, cultura y tradiciones de la isla.

Durante nuestra visita pudimos participar en Santana una fiesta típica madeirense. Una romería en la que la religiosidad tiene una gran importancia, y las costumbres y el tipismo no han sucumbido a las nuevas costumbres. Los trajes típicos de Madeira tienen un parecido tan evidente con los que de nuestras islas que nos pareció retroceder en el tiempo y disfrutar de las fiestas en las que participaban nuestros bisabuelos. El gorro típico cuenta con un rabito en su parte superior que muestra si el que lo lleva está soltero (estirado) o casado (curvado).

El archipiélago de Madeira tiene un encanto especial, una fuerza que está en el ambiente y que invita a repetir la experiencia en el futuro. Tanto por la vertiente norte como por la sur, el visitante podrá encontrar la calidez de sus gentes, su buena gastronomía y lugares mágicos que dejan sin aliento.

Balcon en Madeira
Impresionantes vistas desde un balcón natural. | DA

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Tan lejos y a la vez tan cerca

A menos de 400 kilómetros de Tenerife (BinterCanarias ofrece dos vuelos lunes y viernes de 80 minutos de duración desde 200 euros ida y vuelta) y 860 kilómetros de Lisboa, se sitúa el archipiélago de Madeira. Forman la Región Autónoma de Madeira dos islas habitadas, Madeira y Porto Santo, tres islas menores llamadas Islas Desertas (a 25 kilómetros al sureste de Funchal) y las Islas Salvajes (a 250 kilómetros al sur de Madeira, por tanto más cerca de Tenerife, y un permanente litigio entre España y Portugal por su soberanía). Todas las islas son de origen volcánico.

Madeira cuenta con 260.000 habitantes de los que el 75% reside en la costa sur de la isla, siendo la ciudad más importante Funchal con 130.000 habitantes. A continuación están Machico, Cámara de Lobos o Santa Cruz. La isla de Porto Santo cuenta con 5.000 habitantes durante el año que llegan a 30.000 en época estival, su capital Vila Baleira agrupa a la mayoría de la población.

Madeira está formada por un macizo montañoso que desciende abruptamente al mar desde los 1.862 metros de altitud del Pico Ruivo, el punto más alto de la isla, seguido del Pico de Arieiro (1.810 metros). Carece de buenas playas naturales, por lo que se han construido playas artificiales en Machico y Calheta. Cuenta con piscinas naturales de agua marina y varios complejos balnearios. Por el contrario, la isla de Porto Santo tiene una bella y extensa playa natural, de 9 kilómetros, de fina arena dorada y aguas cristalinas.

Madeira cuenta con unos 260.000 habitantes de los que casi el 75% de la población reside en la costa sur de la isla, siendo Funchal con 130.000 habitantes la que acoge al 45% de la población total. Es también en esta zona donde se localiza la mayor parte de los servicios hoteleros. Además de Funchal, las ciudades más importantes son Machico, Cámara de Lobos, Santa Cruz y Santana, mientras que en la isla de Porto Santo, con unos 5.000 habitantes durante el año que llegan a 30.000 en época estival, su capital Vila Baleira agrupa a la mayoría de la población.

Tras el turismo, su pilar económico es la agricultura, destacando además de la amplia variedad de productos de la huerta madeirense el cultivo del plátano, las flores y todo tipo de frutas tropicales como mangos, papayas, piñas, guayabas, pasiflora, aguacate y maracuyá, junto con la caña azucarera o el café.

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Gastronomía

Dada la importancia del mar, la mayoría de los restaurantes pone a disposición excelentes platos de pescado fresco y marisco. Entre los más típicos se encuentran el pez espada preto (conocido en Canarias como conejo diablo y en España como sable negro) y el atún en sus diferentes formas, que van acompañados por plátano frito, batatas y diversas verduras. El bacalao, así como la caldeirada (sopa de pescado), la vieja, chicharros, bodiao, pargo, lapas o pulpos, también son muy codiciados.

Las carnes madeirenses son muy sabrosas. Destaca la espetada (carne a la brasa ensartada en un palo de laurel llamado espeto condimentada con ajo, laurel y sal) y cuya tradición señala que hay que colgar los espetos y comerlos bajando uno a uno los trozos de carne al plato. También es recomendable la carne em vinha d’alho (carne agria de vino y ajo), todo acompañado por batata dulce, el maíz frito (harina de millo mezclada con ajos, cebolla y puede añadirse col, que se cuece y se deja secar para luego freír) y el bolo do caco (pan de trigo cocido sobre las brasas que se sirve con aceite o mantequilla de ajo y perejil). La sopa de tomate y cebolla coronada con un huevo escalfado también es muy reconocida y apreciada.

La fertilidad de las tierras de Madeira ofrece un sinfín de frutos y hortalizas para el consumo. La abundancia de los frutos tropicales también se presta sus a la confección de los más diversos postres y helados.

La isla presenta además una rica pastelería destacando las queijadas, un pequeño pastel hecho de requesón, huevos y azúcar; y el tradicional bolo de mel confeccionado con miel de caña de azúcar, frutos secos y especies variadas. También destacan las galletas y pastas con miel.

La bebida de los madeirenses es la poncha (un ponche con aguardiente de caña, zumo de limón o naranja y miel) muy apreciada en toda la isla y que se sirve natural o con hielo. También el nikita (vino blanco, cerveza, helado de vainilla, piña y azúcar) o el pé de cabra (vino seco, cerveza negra, azúcar, cascara de limón y chocolate en polvo) están entre los preferidos de los isleños.

El vino licoroso de la isla tal y como se conoce a nivel mundial no es muy consumido por los madeirenses que siguen decantándose por el autoconsumo de tintos y blancos jóvenes.

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Vuelos

BinterCanarias une el archipiélago canario con Madeira desde julio y hasta finales de septiembre, con una media de siete conexiones de ida y vuelta a la semana. Desde el año 2004 la aerolínea ofrece vuelos directos a este destino con una duración aproximada de 80 minutos. Una ruta que cuenta con una gran aceptación por parte de los viajeros con un 82% de ocupación en 2012. El precio por trayecto comprando ida y vuelta en época estival ronda los 200 euros (tasas y cargos de emisión incluidos).

La frecuencia de los vuelos desde el Aeropuerto de Tenerife Norte es de dos veces a la semana, los lunes y viernes. Los lunes la ida se parte a las 15:40 horas y la vuelta es a las 18:45; mientras que los viernes el vuelo despegará a las 10:45 para regresar a las 13:15 horas. Desde Gran Canaria BinterCanarias presenta cinco conexiones semanales que se realizan los lunes, miércoles, jueves, viernes y domingos, con salida a las 10:35 horas y regreso desde Madeira a las 12:05, excepto los viernes, día en que la ida es a las 16:15 y el regreso a las 18:45 horas. La segunda quincena de septiembre la frecuencia de conexiones pasará de cinco a dos, con vuelos los jueves y domingos.

Además, gracias a la alianza entre BinterCanarias y la aerolínea portuguesa Sata, se ha incrementado notablemente las conexiones con Portugal. Gracias a este convenio que aporta grandes posibilidades turísticas y comerciales la ruta con Madeira pasa a ser anual y además se ofrecerán conexiones con tres nuevos destinos: Porto Santo, Azores y Faro.

La conexión diaria con la isla de San Miguel (Azores) permitirá a los canarios la posibilidad de viajar a Estados Unidos y Canadá sin necesidad de hacer escala en el continente europeo. El tercer nuevo destino al que se podrá volar es Faro, al sur de Portugal, en la Península Ibérica. Para esta conexión habrá una oferta de dos vuelos a la semana, los lunes y viernes. Cabe recordar que BinterCanarias cuenta desde septiembre de 2012 con otra ruta con la capital portuguesa, Lisboa, a la que se ofrecen dos conexiones semanales, los miércoles y domingos.

Las plazas en estos vuelos ya pueden ser adquiridas a través de cualquiera de los puntos habituales de venta de BinterCanarias: www.bintercanarias.com, el teléfono 902 391 392, agencias de viajes y las oficinas de venta de los aeropuertos.

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