Es usted un ingenuo si piensa que su bondad le valdrá de algo en el mundo real. Digo ingenuo porque no quiero ofenderlo demasiado con algún que otro vocablo. Parece que ahora todo el mundo teme el dÃa en que lo llamen imbécil; en el momento en que sale la palabra de mi boca aparece una lágrima de su ojo, como si alguna desgracia le hubiera ocurrido.
La desgracia es que usted siga creyendo en algo, me da igual en qué, en quién o de qué manera. Ya le digo que no me importa ni lo más mÃnimo, el único problema aquà es usted y su maldita manÃa de hacer el bien.
Como si eso le fuera a servir de algo… Ya se lo he dicho, su idiotez nos ha llevado a la ruina. A mà deme euros y cambiaré el mundo. Eso le dirán algunos. Otros insistirán en que sea usted amor. Si servirá o no de algo aún no lo sabemos, porque la utilidad no la podemos medir en euros, ni en dólares, ni en rupias… El beneficio de sus acciones solo lo conocerá usted mismo, sin necesidad de adentrarse en los mercados.
Dicen que allà se compra hasta la esperanza, que se especula con los sueños rotos; su adquisición siempre es más barata en estos tiempos. Ya llegará la revalorización. Por eso, aun en tiempos de crisis, o en tiempos de cambio, como quiera llamarlos, no olvide que hubo un dÃa que creyó usted en algo, o en alguien, y que sà importa la manera. Porque no es lo mismo una creencia ferviente que una superficial. He ahà la diferencia entre usted y cualquier otro.
Por eso, y a pesar de todo, sea amor. Algunos le dirán que es un estúpido porque todavÃa no ha asaltado el Congreso para rebelarse. Lo peor: quizás tengan razón. Pero oigan, cada uno a su manera.