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Egipto: la sangre y la vergüenza – Por Manuel Zaguirre

Las cosas están sucediendo como algunos anunciamos y denunciamos el pasado 3 de julio, cuando los militares -objetivos dueños incontrolados de Egipto- desalojaron violentamente del poder y secuestraron al electo presidente Mohamed Morsi, abolieron la Constitución del país, nombraron un gobierno títere e iniciaron la caza de centenares de dirigentes y activistas islámicos favorables al presidente depuesto y resistentes a los militares golpistas. La espiral represión-acción-represión ha ido arrojando muertos y violencia en aumento hasta desbordarse en la matanza de El Cairo de las ultimas horas, con un saldo oficial de casi 700 personas masacradas y más de 4.000 heridos, y un saldo superior a los 5.000 muertos según fuentes islamistas, a raíz del arrasamiento a sangre y fuego por parte de los militares golpistas de las masivas acampadas islamistas en contra del golpe y en demanda de la liberación del presidente electo Mohamed Morsi. Sabido es que la sangre, tan brutalmente provocada y tan generosamente derramada, es el mejor abono del odio y la ira y estos, a su vez, son los peores materiales para construir los mínimos fundamentos de la convivencia y el desarrollo democrático de cualquier país. La matanza de El Cairo del 14 de agosto, a la que seguirán otras muy probablemente porque los militares golpistas y genocidas han anunciado que seguirán masacrando a una resistencia islamista que han ratificado, a su vez, que no cejaran en su lucha “masiva y pacífica” contra el golpe y por la restitución del presidente Morsi en el poder… pone a Egipto al borde del abismo, tensiona y potencia al máximo la ya poderosa presencia del islamismo radical en el mundo árabe y musulmán, y todo ello en una región donde la ocupación militar sionista del Estado de Israel, saturado de armas atómicas, sobre la histórica Palestina, la convierte en la región de mayor riesgo contra la paz y la estabilidad mundial. Todo es y será tan grave que urge exigir responsabilidades como condición imprescindible para enfrentar la situación y desplegar iniciativas y esbozos de soluciones. Responsabilidades a quienes en Egipto fomentaron y apoyaron entusiásticamente el golpe de estado militar con el argumento envenenado de que el electo Presidente Morsi no les gustaba lo suficiente (yo creo que el presidente Rajoy debe irse, que no me gusta lo que hace y como, lo creemos una buena mayoría en España, pero todos saldríamos en su defensa si los militares pretendieran derribarlo a él y a nuestra maltrecha Constitución). Y exigencias de responsabilidades a la cínica e inoperante “comunidad internacional”, es decir, los USA, la UE y, por supuesto, nuestro gobierno nacional y su simpático y mediocre canciller, García Margallo. Los primeros, los egipcios, con el Premio Nobel (de la Paz ¡¡¡), Mohamed El Baradei, al frente, abandonan despavoridos las instancias de poder emanadas del golpe militar del 3 de Julio al “descubrir” tardíamente que los militares egipcios son los mismos que dieron soporte a Mubarak durante décadas, que controlan sectores estratégicos que suponen el 30% de la economía y que arrasarán a sangre y fuego cualquier intento serio de democratización, cualquier primavera, sea o no de mayoría islamista. El Baradei y cuantos civiles le acompañaron en la aventura de apoyar y legitimar el golpe militar comprueban, a la vista de las matanzas, que cebaron un monstruo, las fuerzas armadas, que los devorará a ellos también si sostienen una mínima pretensión democrática.

Los segundos, la llamada “comunidad internacional”, son especialmente cómplices, por acción u omisión, con el desastre humano y geopolítico en curso. Empezando por Obama y la anodina responsable de la política exterior de la UE (¿quién sabe su nombre?), que se negaron a reconocer y condenar el golpe -a llamarlo por su nombre, siquiera-, que se dedicaron a justificarlo, a descalificar al presidente Morsi, a alentar no sabemos qué transiciones ni hacia dónde bajo tutela militar, que no pararon de vender armas ni de enviar la ayuda habitual a los golpistas y a las “autoridades” títeres de ellos… Y ahora se rasgan las vestiduras ante la brutalidad genocida de unas fuerzas armadas represivas a las que dieron alas y legitimaron antes. Y manifiestan impotencia y pavor, incluso, ante el conflicto descomunal en el que se sume Egipto y amenaza con tener fuerte impacto en toda la región de Oriente Próximo y a nivel mundial. Por razón de proximidad, resulta especialmente vergonzoso el triste papel de la responsable exterior de la Unión Europea en su dulce visita a los golpistas egipcios hace un par de semanas. Aceptó ser conducida -¿con los ojos vendados como en las películas?- al lugar secreto donde dichos golpistas tienen secuestrado al presidente electo Mohamed Morsi y se dedicó a presionarle para que acepte como hecho consumado el golpe y se avenga a “soluciones constructivas” con los golpistas… Y la señora regresó a Bruselas. Y el Presidente Morsi siguió secuestrado en lugar secreto, pensando muy probablemente en la grandeza humanista y democrática de la Unión Europea… Por la parte de… Al cierre de estas líneas se anuncian nuevas movilizaciones masivas por parte de los islamistas -les sobran razones y sangre- al hilo del viernes de oración. Esbozo, para concluir y para que esas movilizaciones más que legitimas no degeneren en nuevas matanzas, unas líneas telegráficas de actuación para la solución, más que improbable todo ello:

1) Condena universal de los militares golpistas y genocidas, aislamiento internacional absoluto, ni un arma vendida ni una ayuda más… Deben percibir nítidamente ese aislamiento y que él conlleva que, más pronto que tarde, la justicia nacional y/o internacional les obligará a responder de sus crímenes contra la población civil.

2) Intervención de la Organización de Naciones Unidas, la ONU, con una fuerza de interposición militar en defensa de la población civil, de su vida y seguridad, de sus derechos de manifestación pacífica, frente a la brutalidad probada de las fuerzas armadas contra dicha población civil.

3) Esa fuerza de interposición de Naciones Unidas debe abarcar también el espacio civil, promover y encauzar todos los esfuerzos sinceros de diálogo y reconciliación nacional para abrir un auténtico proceso constituyente hacia la construcción de un Estado de toda la nación egipcia, con dos fundamentos innegociables e imprescindibles: la naturaleza y composición democrática de dicho Estado y la laicidad del mismo con expreso reconocimiento y amparo a la pluralidad sociocultural y religiosa de la sociedad egipcia.

4) Forzar al Estado sionista de Israel a abandonar y descolonizar los territorios que correspondieron a Palestina en la nefasta partición de 1948 y que fueron conquistados y ocupados militarmente por dicho Estado en 1967… Solo a partir de esos supuestos se puede iniciar un auténtico proceso de paz que concluya con la constitución de un Estado palestino, con las fronteras anteriores a 1967 y capital en Jerusalén Este, capaz de convivir armónicamente con el Estado de Israel. Esto, que no es otra cosa que el conjunto de Resoluciones de la ONU que Israel viola y desprecia desde hace décadas, es el único camino para garantizar la paz en Oriente Próximo y reforzarla a nivel mundial. Cualquier proceso parcial en la región, sea en Egipto u otro país, estará llamado a la inestabilidad o al fracaso sin una solución justa y estable al conflicto árabe-israelí, es decir, a la ocupación militar e ilegal de Palestina y al inexorable proceso de extinción o absorción de la misma por el Estado de Israel. Esa inexorabilidad histórica, con tintes de genocidio lento, es el sionismo.