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Los otros olvidados – Por José David Santos

   

En España se calcula que hay más de 100.000 desaparecidos a causa de la Guerra Civil y la dictadura. En España se aprobó una Ley de Memoria Histórica que, no obstante, solo ha servido para recuperar unos pocos restos que yacen en fosas comunes, cunetas o laderas de montes. En Canarias fue el mar el que se convirtió en el cementerio del olvido. En España, con la llegada de la crisis, y qué decir de las Islas, los pocos fondos públicos para tratar de luchar contra esa desmemoria han ido mermando y el mecenazgo privado para estas cuestiones es casi anecdótico. Sigue pasando el tiempo y dentro de poco llevaremos tantos años en democracia como en dictadura -la última- y aquellos que fueron maltratados con la incertidumbre de si un ser querido estaba vivo o muerto o el lugar donde reposaban sus restos empiezan, también, a ser olvidados. Las organizaciones que trataron -y tratan- de mantener encendida la llama de la búsqueda de justicia, ya no legal o moral, sino simplemente, emocional, desaparecen también y puede que en breve esos 100.000 interrogantes queden como tales en la historia.

Estos días ando inmerso en varias lecturas que por azares inesperados han confluido en la represión de otra dictadura, la Argentina. El drama de los desaparecidos argentinos ha tenido mucha más repercusión en el mundo que los españoles porque no pasaron cuatro décadas para señalar a los culpables o investigar lo sucedido. Tras derogar la Ley de Punto Final, la propia sociedad se involucró en el esclarecimiento de tantas y tantas muertes silenciadas. Existen organismos oficiales encargados de recuperar todo lo posible para reconstruir los últimos días de padres, hijos, hermanas, nietos, amigos, esposas, sobrinas etcétera que un día se evaporaron del mundo, muchos de ellos tras ser torturados. De hecho, por ejemplo, su labor de identificar restos se ha exportado a decenas de lugares del planeta donde la crueldad humana se ha expresado salvajemente. Sumida España en sus Bárcenas, corruptelas infinitas, el cansino “Gibraltar español” y las cifras macroeconómicas, el eco de todas esas voces sin rostro va camino del olvido definitivo.

@DavidSantos74