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El patio de los deseos – Por César Martín

   

Deseamos un mundo mejor, ideales del pasado que convergen en un presente casi sin esperanza. Deseamos al prójimo, con ardor y pasión, puro deseo. Deseamos que la mentira caiga y fluya la verdad. Deseamos desde niños con sueños cargados de ilusión, ansiosos de vida. Deseamos despertar de la pesadilla y comenzar otra vez, borrón y cuenta nueva. Deseamos utopías que se hacen realidad detrás de una música, de palabras o de imágenes. Deseamos terminar con todo, arrancarlo de raíz y volver a plantar el profanado suelo. Deseamos el respeto del otro, que acabe el insulto y poder vivir con dignidad. Deseamos con envidia, la del que no tiene, la del que pasa necesidad y ve cómo apisonan su futuro. Deseamos con desesperación; queremos sacarle a la vida más jugo. Deseamos probarlo de nuevo, sentir el placer del deseo, saborearlo desde dentro. Deseamos el reencuentro, sentir una vez más el abrazo, la sonrisa amable… Y pensando en tantas cosas que deseamos, fue como llegué a El patio de los deseos, una pieza de danza compuesta por Judit Mendoza y con la música de Jose Guillén, englobados dentro del proyecto MoBBA. Sonidos, versos y movimientos que se unen en torno a los deseos. Según su autora, en la obra “se quema el dolor que encierra cada deseo para liberarnos de quimeras y estar un poco más cerca de nuestra felicidad”. Así es como deseamos, cada uno desde nuestra realidad, anhelando aquello que nos mueve desde dentro y con la frustración de no tener lo que pretendemos. Nos ahogamos en un mar de imposibles porque no logramos alcanzarlos. Sería un buen momento para comenzar a desear de otra manera y pensar, como decía esta semana José Luis Cuerda en su cuenta de Twitter, que “tenemos posibilidades por encima de la vida que nos imponen”. Creyendo en nuestros deseos por encima de la sensación de fracaso quizás logremos que algo cambie. ¿Y si nos atrevemos a conseguir lo que deseamos?

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