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Pedro Berruguete – Por Luis Ortega

   

La Virgen de la Leche, la obra más depurada del palentino Pedro Berruguete (c. 1440/1445-1503), enriquece la sala dedicada al primer pintor renacentista de España, situada en el edificio matriz del complejo del Prado. Se rescató de un almacén municipal a mediados del siglo pasado y, desde el primer momento, el historiador Manuel Gómez Moreno la asignó a este artista de extraordinario talento y mejor mano, que sumó los influjos flamencos de su formación con su admiración por los maestros italianos en una producción de exigente técnica y brillante colorido, aprehendido en sus provechosas residencias en las repúblicas transalpinas. Procedente, según parece, del Hospital de la Concepción, fundado y patrocinado por los esposos Francisco Ramírez y Beatriz Galindo, La Latina, preceptora que fue de Isabel la Católica, la exquisita pintura desapareció durante cuatro centurias y, tras su fortuito hallazgo, deambuló por distintas dependencias, incluidas las estancias oficiales del regidor. El alcalde Tierno Galván ordenó su exposición en el Museo Municipal y cuando se iniciaron los trabajos de restauración del inmueble de Fuencarral y la catalogación de los fondos, tareas que no tienen fecha de conclusión, se trasladó hasta el Casa de San Isidro, una instalación cultural que ocupa el antiguo solar del Palacio de los Condes de Paredes, a los que sirvieron el patrón de la Villa y Corte y su esposa Santa María de la Cabeza. Cinco años después, la exquisita pintura -realizada hacia 1500 y con unas medidas de 61 x 44 centímetros-se une a la veintena de cuadros del genio de Paredes de Nava que aloja la primera pinacoteca española, en su mayoría procedentes del desaparecido Museo de la Trinidad y las mejores del generoso donativo del coleccionista Várez Fisa. A cambio de esta joya, y mediante un acuerdo de depósito renovable, la pinacoteca cedió al municipio ocho obras de los fondos estatales, relacionados con distintos aspectos históricos y devocionales de la Villa y Corte. El lote incluye una vera efigie de gran formato de Nuestra Señora de Atocha, de Juan Carreño de Miranda (1614-1685); un retrato del príncipe Baltasar Carlos, del círculo velazqueño; una idealización de Carlos I y Felipe II, resuelta con maestría por Antonio Arias Fernández (1614-1684); sendos anónimos de Mariana de Austria y de Bárbara de Braganza; una conocida representación de Felipe V, firmada por Rigaud y dos telas costumbristas -tertulianos y bebedores en el archifamoso Café de Levante- debidas al romántico José Leonardo Alenza Nieto (1807-1845).