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3, 2, 1… y ¡acción! – Por José Miguel González Hernández

   

Comienza una nueva temporada. Por eso, pongámonos manos a la obra. Este es el curso definitivo. Para eso hay que aplicarse desde el principio para evitar las típicas y tópicas excusas que si no me dio tiempo, que si mi abuela esto, que si el vecino lo otro, que si el calor, que si el frío… Se acabó. Vamos a salir de la crisis. Pero esta vez hay que creérselo. No podemos seguir diciendo que será el segundo semestre del próximo año. ¡Ya estamos en ese segundo semestre! Para eso hay que aunar esfuerzos y decidir por dónde empezar. Lo más coherente es por solucionar el problema del desempleo, pero para eso hay que promocionar la contratación y eso no ocurrirá hasta que al otro lado del mostrador haya demanda. Pero para que haya demanda hace falta dinero y, ¡zas! necesitamos crédito. Un apalancamiento consecuente con el riesgo y la rentabilidad que determinemos asumir. Está claro que las instituciones financieras tienen mucho que decir, pero el sector público, también. No sólo como rescatador, sino generador de política económica incentivadora de la inversión productiva y del empleo. En este sentido, las Administraciones Públicas deben formular leyes de presupuestos cercanas a la economía real, comportándose como lo que son: correctores de divergencias y generadores de oportunidades. Las empresas, por supuesto, deben aportar valor añadido a los bienes y servicios que ofrecen, mejorar la accesibilidad a los mismos, tanto a través de los horarios como de las nuevas tecnologías con la finalidad de incrementar la dimensión del mercado al que van destinados nuestros bienes y servicios, promover medidas incentivadoras de la productividad de los negocios, así como la de crear excelencia con el fin de ganar margen competitivo. Del lado del personal que trabaja, también se puede hacer muchas cosas, como generalizar un comportamiento de identificación con cada uno de los puestos de trabajo, de modo que el empleo no sólo sea un modo de aseguramiento de la pervivencia económica, sino un proceso de mentalidad de hacer las cosas mejor, con la finalidad de generar un entorno global más óptimo. Para ello la adscripción a sistemas formativos que dotan de un mayor conocimiento y adaptabilidad a la resolución de problemas, es un camino que hay que recorrer de forma inexcusable. Ya como consumistas, también se puede hacer algo. Por ejemplo, haciendo la cuenta de la vieja, si el número de habitantes censados en Canarias gastaran sólo un euro diario, en un año la cifra alcanzaría los 773,07 millones de euros. Pero si además incorporáramos al turismo en este poco riguroso cálculo, la cuantía llegaría a los 4.475,32 millones de euros. No es una cifra baladí, puesto que llegaría a conformar casi más de un 65,60% de la totalidad de los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma de Canarias para 2013. Pero ojo, no hay que llevarse a engaños. Hay que tener claro que lo último en revitalizarse será el gran consumo, porque cualquier incremento de la renta irá destinado al ahorro o a desapalancarnos de las pegajosas deudas que nos inundan. Hay mucho miedo, y todavía la memoria está fresca. La precaución se convertirá en religión durante un par de años, todavía. Luego, si te he visto, no me acuerdo. Pero está claro que para que haya incrementos en al renta disponible, debe haber empleo con menores dosis de incertidumbre y para que ésta se minimice, la inversión debe aparecer en escena y sólo la podremos invitar, si el crédito fluye de forma coherente, a dosis coherentes y a precios coherentes. Solo será de esta forma como nos podríamos creer que la luz al final del túnel no es un tren que viene en contra nuestra, sino la salida de una puñetera crisis que, no habiéndola provocado y estando sufragándola con nuestro esfuerzo, ahora toca el empujar para darle solución. Si los otros se resisten, para eso está la mayoría. Ya habrá tiempo de enjuiciar. Hay que trabajar, y duro.

José Miguel González Hernández es ECONOMISTA