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Alemania – Por Leopoldo Fernández

   

Sesenta y dos millones de alemanes deciden este fin de semana el color político de su Gobierno para los próximos cuatro años. Dado el peso real del país germánico en el conjunto europeo, en buena medida el resultado electoral influirá también, decisivamente, en la marcha del hoy congelado proyecto de la Unión de los 28, en especial el futuro de la eurozona y la fractura norte-sur. Para los intereses españoles, no es lo mismo una victoria del centro derecha que representa la señora Angela Merkel que la del centro izquierda del socialdemócrata Peer Steinbruck. En el primer caso continuarían, aunque algo atenuadas, las políticas comunitarias de reformas, austeridad y ajustes, mientras en el segundo cabría esperar una mayor consideración hacia los objetivos sociales con la puesta en práctica de una especie de Plan Marshall para estimular las economías de los países sureños; no obstante, los dos grandes partidos alemanes, el CDU y el SPD (que podrían homologarse en lo esencial con el PP y el PSOE, respectivamente), coinciden en la política llevada a cabo por la canciller Merkel en su propósito de estabilizar la economía europea y la unión monetaria. El complejo sistema electoral alemán no facilita las mayorías absolutas y a día de hoy la incertidumbre se cierne sobre los comicios, cuya suerte va a depender de los votos de los partidos minoritarios, desde los Verdes a los liberales del FPD, pasando por los euroescépticos del AfD y la izquierda de Die Linke, la formación nacida tras la fusión del partido de los antiguos comunistas orientales con el WASG del disidente socialdemócrata Oskar Lafontaine. Las encuestas no garantizan la presencia de los liberales en el Parlamento federal al no alcanzar el 5% de los votos, con lo que los habituales aliados del CDU -que el domingo quedaron fuera de la cámara legislativa en el Estado de Baviera- sufrirían un nuevo varapalo electoral, seguramente en beneficio del mentado y populista AfD, creado hace siete meses, situado en las inmediaciones de la extrema derecha y muy contrario a los rescates llevados a cabo en el sur europeo y de los que España se salvó gracias a la dura Merkel. Con Los Verdes estancados o en retroceso y Die Linke sin socio a la vista, por sus políticas radicales contra la OTAN y el euro, la eventual entrada de AfD en la vida política oficial y el posible desplome de los liberales dejaría un panorama muy complicado para la formación de un Gobierno de mayoría; sólo una nueva gran coalición despejaría las incógnitas que hoy se ciernen sobre la política alemana. Lo que nadie discute es el triunfo de la señora Merkel, la auténtica mandamás del país cuyo liderazgo crece tanto en Europa como baja su popularidad.