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Ariel Castro – Por Luis Ortega

   

La industria de los sueños, y las pesadillas, claro, ya tiene proyectos para incorporar a su imparable catálogo las siniestras andanzas de un chófer de autobús, de origen puertorriqueño, aparentemente pacífico y sin antecedentes penales, que, durante una década, mantuvo secuestradas y tratadas como esclavas sexuales a tres jóvenes de Cleveland, capital del condado de Cuyahoga y, con medio millón de habitantes, la segunda ciudad más poblada y próspera de Ohio. Con un final tan lúgubre como su biografía, Ariel Castro (1960-2013) apareció colgado en el interior de su celda donde, aislado del resto de los reclusos, cumplía cadena perpetua, sin posibilidad de alcanzar la libertad en ningún caso. Los numerosos dictámenes forenses determinaron que el criminal estaba en pleno uso de sus facultades mentales. “Aconsejado por su abogado y para evitar la pena capital por secuestro, violación y homicidio agravado -por golpear a una de las raptadas hasta provocarle el aborto- reconoció su exclusiva responsabilidad de todos los cargos y buscó un acuerdo con la fiscalía”.

Con todo, las peticiones del ministerio público -más de mil años de prisión- batieron un récord estatal y fueron atendidas en una sentencia ejemplar del pasado 1 de agosto que, agregó el aislamiento y la vigilancia especial del sádico, y la destrucción -efectuada con un efectista despliegue de medios informativos- de la que los clevelanders llamaron la casa de los horrores. La vida secreta de Castro sorprendió a sus hermanos, amigos y vecinos porque, desde 2002 -cuando desapareció Michelle Knight, la primera y la mayor de las víctimas, nacida en 1981 y con un hijo de dos años- fue uno de los más activos participantes en las movilizaciones y protestas vecinales. Un año después, y con el mayor cinismo, reclamó en las calles la liberación de Amanda Berry, dependienta de un Burger King, entonces de dieciséis años, y madre de una niña nacida en el cautiverio. Todavía en 2004 añadió una “tercera esclava a su harén”, Gina de Jesús, una estudiante de catorce años que fue vista, por última vez, el 2 de abril de 2004, a la salida del Instituto. Quizás el cine -el arte es un instrumento clarificador- nos revele algo más sobre este tipo perverso, su trayectoria aterradora e incluso el temprano y presunto suicidio, o la sugerida venganza, que suscita especulaciones de todo tipo y, a la vez, suspiros de tranquilidad de los habitantes de “la mejor ciudad para los negocios de los Estados Unidos”. Quizás el cine.