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Asalto – Por Juan Carlos García

Por la megafonía del edificio del mando de la Armada de Estados Unidos, en el centro de Washington, se escucha: “Esto no es un simulacro, esto no es un simulacro”. No, no lo era. La realidad, una vez más, superó a la ficción. Un exreservista abrió fuego dejando doce cadáveres antes de ser abatido. Unos días antes, la ficción entraba en las salas de cine españolas con una floja cinta, Asalto al poder, en la que la capital estadounidense vivía momentos de pánico durante un ataque a la Casa Blanca. Defenestrar al presidente y así cambiar el rumbo sobre un conflicto bélico, los objetivos primordiales. El mundo real se encuentra colmado de muestras de esa irrupción, violenta o no, en el escalón más alto de la pirámide de la autoridad. Un libro con el mismo título, Asalto al poder, retrata la toma de Banesto por parte del exbanquero Mario Conde hace 25 años.

Lograr el peldaño más alto es la meta de una parte de la sociedad que justifica cualquier medio para lograrlo. Raro es el día que no se pueda observar, en los diferentes sectores que conforman esta sociedad, nuevos asaltos al poder. En la política, tanto en los ámbitos internacionales como en los nacionales y en los locales. Basta echar un vistazo. Desde las elecciones en Alemania en los próximos días, hasta el asalto al poder en Coalición Canaria en los próximos años, pasando por el asalto al poder en numerosos partidos políticos, así como en no menos numerosas instituciones.

Qué quiere que le diga, estimado lector, del asalto al poder en el mundo financiero, que usted ya no sepa o intuya. En términos absolutos, no cabe duda de que el guión del asalto al poder mundial se escribe con caracteres chinos. Asalto al poder en el deporte. En eso anda también la gente. Un ejemplo, ese estadounidense de casi 42 años que retornó al deporte del pedal porque su hijo de 12 años quería seguir diciendo en el colegio que su padre era ciclista profesional. Ese ciclista, Horner, acaba de ganar la Vuelta a España. Otra parte de esta misma sociedad se encuentra en ese proceso que lleva simplemente a vivir. Un asalto a la vida visualizado, también estos días, en el asalto a la valla. Allí, en Melilla. También en otras latitudes, aunque no sean visualizados.