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Carta de una madre en España – Por Eva Violán*

   

Soy una mujer que después de haber realizado mis estudios reglados y carrera universitaria pertinente (que por cierto dichos estudios jamás fueron becados) y después de estar trabajando y pagando un autónomo durante un buen puñado de años, decidí SER MADRE. He tenido dos hijas, que he amamantado y criado yo sola. En perjuicio de mi carrera profesional quise ser una madre de verdad, de las que están siempre ahí para todo. Y cuando me separé y me hallé sola con una niña de un año y otra de tres, debía luchar no ya por mí, que hubiera sido sin lugar a dudas mucho más fácil, si no también por mis hijas, por ofrecerles el mejor de los caminos.

Soy una madre que después de estar casi cuatro años intentando sobrevivir, escribo hoy esta carta para clamar justicia.

Soy una mujer que compró una casa que embargó el banco. Yo pedí el 80% en una hipoteca de 30 años. No me fui de vacaciones, ni la amueblé, ni me compré el coche con el dinero de esa hipoteca, como tantos otros españoles que pidieron el 120% del valor de la casa. Después de estar pagándola durante años, dejé de hacerlo porque apenas tenía para comer. Estaban en todo su derecho de quedársela, puesto que yo no cumplí con mi parte de pagar las letras. Pero lo que no es justo es que me digan que con la casa no es suficiente para cubrir la cantidad que les debo. Fue tasada por ellos y en el peor de los casos tendría una propiedad que sólo estaba hipotecada por el 80% de su valor. No tienen derecho a dejarme con una deuda de casi 100.000 € después de entregarles la casa, que supone la mitad del préstamo.

Soy una madre que después de ver cómo ocurre todo esto desde la impotencia más infinita, soy requerida por la administración porque tengo una deuda en el autónomo, como lo único que tengo es un coche lo han embargado. Sí, ese coche que es el único medio del que dispongo para trabajar, y servir a mis hijas en sus traslados. Vivo en Tenerife, en una isla volcánica con su caprichosa orografía, sin duda no es lo mismo que vivir en Madrid con todos sus servicios públicos.

¿Qué empresa va a querer a una mujer que tenga que salir de inmediato al colegio a buscar a uno de sus hijos cuando enferma? ¿Quién quiere a una mujer que deba quedarse en casa mientras dure la enfermedad? ¿Quién quiere en este país a una mujer que no puede ir a trabajar en verano, en Navidad, ni en Semana Santa y días festivos? De acuerdo, a nadie le interesa mi escasa disponibilidad. Como no puedo trabajar por cuenta ajena y me tengo que inventar el trabajo, estoy obligada a pagar un autónomo. Pero no gano suficiente dinero para pagarlo. Resulta que todos pagamos lo mismo, da igual los ingresos que tenga. Es lo mismo para mí que para el que ingresa 18.000€ o 30.000 € al mes. Si no pago el autónomo no puedo trabajar y si ese mes no gano ni un duro también tengo que pagarlo.

Cuando dí a luz a mi segunda hija no tuve derecho a la prestación por maternidad porque debía recibos del autónomo, pero tampoco utilizaron ese dinero que me correspondía para descontarlo de mi deuda. En ese momento de la vida que es cuando más necesitas ayuda, me la negaron.

Me informé sobre una nueva ley de unidad familiar en el que un solo adulto con dos menores a su cargo, podía tener trato de familia numerosa. Pero no, estaba equivocada, es sólo para las viudas. Ellas que además de su viudedad cobran una prestación de orfandad por cada uno de sus hijos. Yo no me casé y aunque mis hijos están reconocidos por su padre, cuando me falla, no tengo nada. Estuve ante un juez que dictó que el padre me tenía que aportar una pensión que no cubre la mitad de los gastos, es evidente que no dispongo del mismo tiempo que él para ejercer mi trabajo y hacer que fructifique. Añadió que debía ajustarme aún sabiendo que yo no estaba en igualdad de condiciones.

Jamás he querido vivir de las ayudas, siempre he podido salir adelante y creía que había gente que lo necesitaba más que yo. Al fin y al cabo soy una mujer sana, bien educada y con las dos razones más importantes en mi vida para querer salir adelante, mis dos hijas.

¿Me quieren decir qué es lo que se supone que tengo que hacer? ¿Qué es lo que pretenden?, ¿terminar de rematarme? Hago mi labor como madre cada día que amanece y cada noche en vela, y lo seguiré haciendo, me ayuden ustedes o no. Tengo el derecho de poder trabajar para darle de comer a mis hijas y procurarles un techo. ¡Es un derecho que tengo mucho antes de que ustedes nacieran y se inventaran todos esos impuestos! ¡Exijo que me dejen hacerlo! Y no, no me acobarda declamar esta situación, debería de darles vergüenza por tratarme de esa manera. He tenido una hija que podría pagar mi jubilación y otra que posiblemente pague la de alguno de ustedes. Eso si no terminan largándose de este país ingrato, que no cuida de sus mujeres.

Hoy les hablo desde mi grupo de exclusión social: las madres. Pero recuerden que un país sin niños es un país muerto. Recuerden que un país que no cuida a las madres y al resto de las mujeres para que deseen serlo, terminará por extinguirse. No olviden, que ustedes están aquí haciendo las leyes y gobernando gracias a la suya que les dio la vida. Debería darles VERGÜENZA… Una nación que no quiere hijos, es una nación suicida, ignorante. ¡Un gobierno de hombres que no se da cuenta de que si la probabilidad de que nazca un varón es tan inferior… ustedes mismos están acabando con su propio género! ¡Cuán grandiosa puede llegar a ser la vanidad del hombre!

Madres de España, mujeres, no se trata de colores ni banderas, sino de nuestros hijos y de su agónico presente. ¡Salgan a la calle y exijan justicia, ustedes valen mucho más de lo que ellos pretenden!

Soy una mujer que cree en las mujeres.

*Eva Violán es escritora. Recientemente ha aprovechado las oportunidades del micromecenazgo (crowdfunding) para iniciar un camino alternativo de financiación para su primera novela, Sarah Bisshopp.