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Cataluña: la faena mal hecha no tiene futuro – Por Javier Domínguez Anadón

   

Cataluña: la faena mal hecha no tiene futuro Una respetable y mayoritaria opinión public a catalana ha venido abogando desde el fracaso del Estatuto porque se abriera el diál ogo orientado a la redefinición del encaje entre Cataluña y el resto de España.

En esta línea advirtieron a finales del año pasado Javier Tajadura, Elviro Aranda, Josude Miguel y José María Román entre otros, que la ruptura del Estado se presentaba por primera vez como una hipótesis a tener en cu enta, en referencia a la radicalización del discurso nacionalista catalán irresponsablemente alimentado desde un muy variado arco de opinión mayoritariamente castellano, al tiempo que hacían una muy documentada reflexión sobre la conveniencia de aborda r de manera serena la federalización de España. Ante el fracaso cosechado por esta y otras iniciativas análogas y el encendido discurso de notables dignatarios y tertulianos afines a las posiciones centralistas, la demanda catalana subió un grado, reclamando el derecho a decidir a través de una consulta.

El gran argumento contrapuesto, más allá de matices y estridencias, es que la soberanía definida por la Constitución reside en el conjunto del pueblo español y que puestos a hacer una consulta, sería éste el sujeto único a consultar. Endeble argumento para poner un valladar a la s aspiraciones democráticas de Cataluña, porque quienes lo esgrimen no han reparado que en el pecado llevan la penitencia. ¿Alguien se ha parado a pensar que hubiera ocurrido si Cataluña hubiera aceptado el envite?. La sociedad catalan a a través de sus instituciones hubiera podido emplazar al Gobierno de España a celebrar el Referéndum en todo el ámbito de soberanía establecido por la vigente Constitución. El resultado no vinculante por definición, no hubiera comp rometido opciones de futuro, pero habría tenido la virtua lidad de poner de manifiesto más o menos el siguiente panorama:

a) El 82 % de los catalanes se decantar ían por la independencia y/o por la federalización del Estado. Incluso puede que menos.

b) Un porcentaje análogo de castellanos estarían por mantener el status cuo. Incluso puede que mayor.

c) El País Vasco, Galicia y probablemente Canarias arrojarían un resultado más indeterminado alimentado por una opinión pública mayoritariamente favorable a la federalización del Estado.

Este escenario, de producirse -y es más que probable que así fuera- sería por si mismo la expresión democrática de que existe una fractura entre Cataluña y Castilla indiscutible, que ambas comunidades viven dándose la espalda y que no es posible seguir ignorando esta situación por más tiempo.

Las consecuencias previsibles de una tal consulta dejaría sin argumentos al inmovilismo y permitido que el dialogo se abriera paso, algo que lamentablemente ha perdido gran parte de sus posibilidades, haciendo que la salida a la situación pos -Díada deba ser más dolorosa y radical para todos. Se hubiera enviado a Europa la imagen de una España seria y solvente y habría significado un primer paso hacia una solución de encaje territorial, que como poco, sería menos incierta que la que se vislumbra. En términos de estabilidad, hubiera tenido un efecto diametralmente opuesto al vértigo que emana de la actual situación. Lamentablemente, haber dejado que se llegar a a lo que ayer ocurrió en la Díada, evidencia que las dificultades a las que España se enfrenta son medulares. Quizás haya tenido que pasar esto para que se abra la vía al sentido común. No se podrá decir que no era predecible.

La Diada del año pasado ya era un buen indicador, amplificado por la potencia que le dio su espontaneidad. La indignación y vergüenza que muchos no catalanes sentimos el 11 de septiembre al ver las imágenes del asalto a la sede de la Generalitat en Madrid, pone de manifiesto que también a este lado del Ebro hay un si gnificativo segmento de opinión pública que aboga por el dialogo y ese es el germen de la esperanza. Resulta paradójico que el único efecto que ha tenido un acontecimiento tan lamentable, haya sido el de remover las conciencias más renovadoras de este país. Para los que sacralizan la concepción de la llamada “Unidad de España”, habría que recordarles que Isabel y Fernando no homogenizaron. Eso vino después. De hecho ni siquiera se pusieron de acuerdo para hablar con una sola voz, como ha quedado debidamente registrado por la Historia. Federalizaron sus reinos. Hasta ese momento no se conocía una situación análoga en ninguna parte del mundo (un país y dos gobernantes territorializados ) hasta que EE.UU. inventó el federalismo tras lo que fue una de las guerras más sangrientas de la historia reciente. Junto con Alemania, lidera el ranking de los países en los que los ciudadanos se sienten mejor identificado con sus estructuras de Estado. La feina ben feta no té fronteres. La feina mal feta no té futur. (La faena bien hecha no tiene fronteras. La faena mal hecha no tiene futuro).