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Chochos y moscas – Por Román Delgado

   

A mí me gustaría mucho (y estoy loco por lograrlo) que de una vez, de una decente vez, las cosas se hicieran de otra manera, sobre todo en la política: la de partido, la de ayuntamientos y cabildos y la de todo lo que por ahí asome, que ya sabemos que no es poco. Todo es política, claro que sí, y las soluciones, por lo tanto, siempre pasan por la política, o así al menos debe ser. Yo apuesto por esta fórmula, pero de otra manera, joder. Por ejemplo, que si un político, por joven que sea y preparado que esté, se sube a la parra, o lo suben (que también esto puede ocurrir), sea capaz de dar el puñetazo sobre la mesa y haga saltar el vaso lleno de agua, y que ésta se desparrame como gesto de un “aquí mando yo, ¡coño!”. Pues claro que sí: ánimo, amigo. Por ejemplo, que si tengo que cargarme al que parece un sir, me lo cepillo y ya está, a su otro puesto. ¿Qué coño es eso de aniquilar a alguien de aquí poniéndole a la vez los puntos de sutura, y hasta la ambulancia para que aterrice en despacho nuevo y más confortable, e incluso para estar con menos agobios? ¡Basta ya! Basta ya de decir que yo solo hago caso a K; basta ya de no echarle teides a eso de tener plaza y mando; basta ya de no dar la cara o de no decir las cosas en la misma jeta. Lo peor de esta política de chochos y moscas (que diría el gran Carlos H.) es que se contagia de mayores a más jóvenes, y así, a través de esa herencia maldita, aquí no hay quien escape: ni los más inteligentes, ni los más dotados (de intelectualidad), ni los que se creen más listos o acumulan más matrículas de honor (tantas como dice tener Á. Llanos en las redes, en el Facebook: ¡fuerte hombre empollón, aunque tardío!; tantas como regalos que se convierten en asignaturas gratuitas para el nuevo curso. !Que las disfrute usted…!, pese al colega Wert). Tal y como está el negocio montado, hay que andarse con mucho cuidado, que hasta puedes caer en desgracia y entonces no trabajas ni en la última esquina de San Borondón. Esto es así: ellos nacen y se reproducen como adalides de la democracia y terminan jugando con la vida de los demás, al más puro estilo Chicago años 30. Y si no ya verán. Tiempo al tiempo. ¡Qué horror!

@gromandelgadog